Javier Fornell
La lava de la ignorancia
Una sociedad que es capaz de negar a la Ciencia se encamina al mayor de los oscurantismos
La vida no siempre es cómo nos gustaría que fuera. A veces, en un solo segundo todo se va al traste y lo que conocíamos deja de tener sentido para convertirse en algo parecido a un infierno. Eso es lo que ha pasado estos días ... en la isla de La Palma, con la explosión del volcán Cumbre Vieja. Un viejo gigante no tan dormido que ha servido para que investigadores de medio mundo pasasen años alarmando sobre un gran tsunami que arrasaría el mundo.
Incluso, con la nueva erupción de estos días (desde el año 1971 parecía dormido) son muchos los que han alertado de riesgo de maremoto en Cádiz mientras miraban las imágenes en televisión. Las televisiones nacionales e internacionales han mostrado el minuto a minuto del avance inexorable de la lava, entre chascarrillos en redes sociales, demostraciones de absoluta ignorancia de muchos periodistas que van de entendidos y de alguna que otra ministra.
Pero la verdadera tragedia es la que viven las miles de personas que ven como su casa y su vida quedaba sepultada bajo montones de lava. Pensaba ayer que me llevaría de mi casa si solo tuviera 15 minutos para evacuar y, por simple empatía, se me caía el alma a los pies. Igual que se rompía algo al ver en televisión como esas mismas personas lloraban desoladas por lo que realmente le importaba: sus recuerdos, sus fotos desde pequeños, los juguetes de sus hijos. Algunos, también, habían tenido que dejar atrás a sus animales por no poder cargarlos en los coches que los alejaban del horror. Mientras políticos y tertulianos hablan de la futura recuperación del terreno, agrícola en su mayoría, ellos solo piensan en salvar lo poco que puedan en el poco tiempo que tienen.
Por una vez, hay que decir que autoridades y técnicos han realizado una gran labor y han evitado la perdida de vidas humanas; aunque los daños materiales y sentimentales serán irreparables para la gran mayoría. Sin duda, los planes de evacuación y prevención han servido para evitar grandes daños, aunque aun quedan días, puede que meses, de erupción y lluvia de cenizas, cuyas consecuencias no se sabrán más que con el tiempo. Pero las decisiones tomadas han sido realmente acertadas viendo los resultados.
Pero hay otro drama mucho más peligroso: el de la ignorancia. La ignorancia de los que dan por hecho que todo es un complot del Estado para acabar con nosotros, que llegan a negar el poder de la naturaleza y la existencia de volcanes activos. Esta nueva incultura en un siglo XXI cargado de información veraz y de fácil acceso ha dado lugar a la negación de todo, sin importar que la ciencia lo haya estudiado y demostrado durante siglos.
Y esa ignorancia es la que termina costando vidas. Las de quien no se vacunan o las de quienes son capaces de creer que la lava se apagará con unas lluvias. Pero, sobre todo, será negativo para el futuro. Una sociedad que es capaz de negar a la Ciencia se encamina al mayor de los oscurantismos. Cuando la superchería sustituye a la razón, la muerte social está cerca. Ni en la Edad Media, tan denostada por muchos, se negó la ciencia como hacen ahora algunos sectores de nuestra sociedad. Y ese río de lava de ignorancia será, a la larga, la mayor de nuestras tragedias.
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