Javier Fornell

El juego de colores

Al más puro estilo de las películas ochenteras, venir a Cádiz se va a convertir en una gincana cargada de normas y colores

Javier Fornell

El juego de moda de este invierno gaditano va a ser ‘Aparca como puedas’. Al más puro estilo de las películas ochenteras de Leslie Nielsen, pero lejos del humor zafio de aquellas, venir a Cádiz se va a convertir en una gincana cargada de normas ... y colores. A saber: verde, naranja y azul. Cada uno con sus normas, sus horas y sus lugares. Y sus multas, claro.

Un gobierno que parece haber dado por perdida a la ciudad y que ve como solo la exalcaldesa Teófila Martínez (otros vendrán que bueno te harán) da alegrías a un Cádiz moribundo. Y lo hace desde el puerto y como siempre hizo: trabajando, trabajando y trabajando. Haciendo crecer al puerto en plena pandemia y abriendo uno de los aparcamientos más baratos de la ciudad; a la par que iniciando la apertura del puerto a los ciudadanos. Mientras, el alcalde real sigue a las suyas, cogiéndose una baja de paternidad que no le corresponde, por estar en excedencia de su puesto de trabajo para realizar un servicio público. Algo que eligió él libremente. Él, que conoce hasta el último recoveco de las leyes, parece obviar las obligaciones de su cargo. Olvidando que, como diría el tío Ben a Spiderman: todo gran poder tiene una gran responsabilidad. O, lo que es lo mismo, todo cargo supone una carga.

Y esa carga que recae sobre los hombres de un alcalde es salvar y gestionar una ciudad como la de Cádiz, más aún en este nefasto año 2020. Con sus carencias y sus virtudes; con sus problemas y sus ventajas. Pero este equipo de Gobierno parece no ver ni las unas ni las otras y sigue viviendo en su propio mundo de elefantes de colores, creando ordenanzas que vienen a destrozar lo poco que nos queda solo para conseguir su utópico sueño.

Un sueño en el que los gaditanos trabajan junto a sus casas; se mueven en bicicleta o cogen autobuses ecológicos último modelo. Pero se olvidan de la realidad de una población envejecida en el centro y con los jóvenes marchándose a las ciudades de la Bahía, por precio y comodidad. Esos jóvenes que ahora no podrán venir a trabajar o a ver a sus familias si no es pagando.

Pero, lo peor, no es pagar las tasas de aparcamiento. Lo peor es pagar la confianza que muchos depositaron en alguien que nunca estuvo preparado para el cargo que ahora ostenta. Una persona que hubiera estado feliz en la oposición vociferando contra el alcalde y sin ningún tipo de responsabilidad.

Sin embargo, ganó y su puesto le pone en el centro de la mirada de todos haciendo que se vean todas sus miserias. Una carga que ha logrado convertirlo en el peor alcalde de nuestra ciudad porque hasta el peor de ellos dejó algo para el recuerdo. Él solo dejará cantos al sol, cambios de nombres y cacicadas impropias de un demócrata.

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