Javier Fornell
Tú, yo e Irene
La vida ha cambiado mucho, pero hay un gusto por volver al pasado y nuestra política patria ha presentado una adaptación a la vida real
'Tú, yo e Irene’ es una de esas películas cómicas, más que prescindibles, en las que un histriónico Jim Carrey, y sus múltiples personalidades, trataba de enamorar a Renée Zellweger. Corría el año 2000 y la vida ha cambiado mucho, pero hay un gusto ... por volver al pasado y nuestra política patria ha presentado una adaptación a la vida real.
Nuestra versión de ‘Tú, yo e Irene’ tiene otros protagonistas: Pablo Iglesias, y sus múltiples personalidades, e Irene Montero. Y, como la película, también sonroja escuchar las palabras del líder supremo de Podemos hacia Ana Botella, no hace tantos años. El tiempo, ya saben, pasa factura. En el mundo de los archivos digitales, es realmente sencillo hacerse con aquellas declaraciones. En ellas, acusaba a José María Aznar de situar a su mujer en la alcaldía de Madrid solo por ser su esposa. Pero tanto Pablo como Irene son superviviente nato. Capaces de hacer creíble lo increíble y transformar las palabras a su antojo para evitar que sus mentiras sean destapadas como tales. Es más, son capaces de hacer parecer normal lo que no debería serlo.
¿Qué hubiera pasado si en vez de él hubiera sido cualquier político de centro-derecha el que compartiese Consejo de Ministro con su pareja? Más aún viendo el exiguo currículo de la citada Irene Montero. Ella, que tiene como méritos haber sido cajera varios meses y renunciar al último año de beca doctoral para entrar en política, ahora es Ministra de Igualdad. Cargo que, por cierto, le viene perfecto. Ella es la clara demostración de que una persona preparada y formada puede llegar a alcanzar lo que se proponga por méritos propios. Nada de cuotas, nada de recibir «empujoncitos» en su ascenso por ser compañera de; nada de conseguir méritos por medio de su pareja.
Irene Montero hace un flaco favor al ministerio que representa. Su persona, de hecho, es ejemplo palpable de todo lo contrario a lo que un Ministerio de Igualdad debe defender: la capacidad de la mujer para acceder, por méritos propios, a cualquier cargo; la lucha por ver a hombres y mujeres como iguales sin importar su género de nacimiento; aportar las herramientas necesarias para que no existan techos de cristal; impedir que se vea a las mujeres triunfadoras como meras cuotas de paridad.
Comparar a Irene Montero con cualquier otra ministra española es un insulto a la inteligencia de los españoles ya que muestra que la mejor opción para conseguir logros en este país no es la formación ni la experiencia laboral. Su ascenso da la falsa sensación de que la mejor forma de hacerse un hueco en política es jugando a ‘Hombres, Mujeres y Viceversa’ con el jefe del partido. Sin importar los colores políticos, tener una pareja en el Consejo de Ministro, sobre todo con la falta de experiencia laboral de ella, es un insulto al ciudadano. Con un expediente académico que destaca el abandono por «su compromiso político»: renunció a terminar su doctorado, renunció a una beca en Harvard, renunció a un futuro profesional lejos de la política.