Javier Fornell

Insolidaridad sindical

Desde la reconversión de Astilleros hace ya decenios venimos pagando las consecuencias de una empresa pública mal gestionada

Javier Fornell

La potencialidad de la provincia de Cádiz y de nuestra Bahía es inmensa. Contamos con una de las zonas con más horas de luz de Europa y con más días hábiles para trabajar gracias a unas condiciones meteorológicas totalmente favorables. Además, estamos situados en un ... cruce de caminos que siempre motivaron que esta tierra fuera, geoestratégicamente hablando, un punto clave en la expansión industrial y comercial.

Sin embargo, desde la reconversión de Astilleros hace ya decenios venimos pagando las consecuencias de una empresa pública mal gestionada, en la que los sindicatos se han creído voz autorizada para movilizar (e inmovilizar) a toda la estructura empresarial de nuestra bahía. No se dan cuenta, o no quieren darse cuenta, que un convenio desorbitado al que no se pueda hacer frente por la empresa privada supone la muerte de nuestra industria. Los costes que conlleva la fabricación de un barco se hacen inasumibles por muchas empresas y solo pueden ser mantenidos por el erario público. Y eso conlleva, necesariamente, la muerte del sector privado.

Pero eso, a los sindicatos, le da igual. Lo vemos estos días, con nuevas manifestaciones y cortes de carreteras que nos afectan a todos. Trabajadores y empresarios, incapaces de llegar en tiempo a nuestros puestos de trabajo. Y cuando alguno levanta la voz y lo dice, entonces se le llama insolidario. Pero es mentira. Lo insolidario es defender tus derechos (si se le puede llamar derechos a subidas draconianas de costes para empresas que cumplen toda la normativa de prevención de riesgos laborales) a costa de dañar a los demás.

De hecho, en nuestro país, hemos dado por cierto que el derecho a la huelga incluye el derecho a evitar que otros no hagan huelga. Incluso parece llevar implícito el derecho a realizar piquetes. Unos piquetes que se radicalizan y que buscan en muchas ocasiones el enfrentamiento directo con las Fuerzas de Seguridad del Estado. Eso también lo hemos visto estos días con radicales lanzando petardos a la Policía Nacional, tal vez esperando que hubiera palos y sangre con la que poder presionar a la patronal. Ya sé sabe: crear ruido sobre todas las cosas.

Pero uno, que ya empieza a ser perro viejo, sigue pensando que la solución a los problemas de los trabajadores del metal no pasa por un nuevo convenio. Pasa por poner en la mesa los verdaderos problemas del sector; los que llevan a las empresas a buscar fuera lo que no pueden conseguir dentro. En un mundo globalizado, los costes deben ajustarse al máximo para evitar que otros terminen llevándose lo poco que nos queda. De otra forma, el resultado final será que no habrá derechos laborales que defender ya que nuestra industria estará totalmente muerta. Entonces nos lamentaremos de las oportunidades perdidas. Oportunidades que pasan por sentarse en una mesa de negociación con la mente abierta para escuchar a todos llegando a verdaderos puntos de encuentro.

Desgraciadamente, en nuestro país, somos más propensos a las hogueras y palabras grandilocuentes que a encontrar el bien común. Estos días pagamos el resto de trabajadores esa falta de comunicación, pero en el futuro los que perderán son los que hoy no logran sentarse a negociar.

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