Javier Fornell
El hombre sereno
No somos un pueblo de bata de cola y olé, por más que las romerías y las ferias muestren una realidad paralela.
La victoria de Juanma Moreno en Andalucía ha sido el triunfo de la moderación y la serenidad. En una campaña electoral marcada por la intromisión de Macarena Olona en esta tierra, Juanma Moreno ha sabido alejarse de la formación verde en formas y fondos. Mientras ... su rival y compañera de viaje lanzaba algaradas sobre su andalucismo tópico y rancio de señoritos a caballo y trajes de faralaes, él paseaba sonriente por los pueblos.
Se olvidó Olona (lo que tiene no ser de aquí) que el tópico no es más que eso, y que Andalucía es más parecida a la serenidad de Juanma Moreno (o de Espadas y Marín) que al vociferante izquierdismo de las izquierdas disgregadas. No somos un pueblo de bata de cola y olé, por más que las romerías y las ferias muestren una realidad paralela.
Andalucía ha cambiado, y mucho, en estos años. Tanto que ni Olona ni Vox han permitido a la izquierda convencer al votante del regreso de Falange y el resurgir de Franco con traje de gitana ‘granaína’. Hace mucho que los andaluces se dieron cuenta que el discurso del miedo de los socialistas andaluces era la tapadera para esconder sus millonarios escándalos de corrupción. Ya no engañan a quienes han visto que el tándem Moreno-Marín ha colocado a Andalucía a la cabeza de los indicadores económicos, incluyendo la creación de empleo.
Además, la pandemia ha servido para mostrar la fortaleza de la comunidad y que el trabajo se ha realizado bien. Sin aspavientos y sin corruptelas. Juanma Moreno se ha convertido en el alcalde andaluz. Cercano, sonriente, con un talante que en ocasiones recuerda al mejor Felipe González. Un personaje creado para la política en algún laboratorio del PP. Un PP que, por cierto, ha desaparecido de mítines y pancartas. El lema era claro: Juanma Moreno Bonilla por encima del PP. Él mismo lo ha reconocido: el votante ya no cree en siglas y partido, solo cuenta la persona.
Eso también lo sabe Teresa Rodríguez-Rubio, cuyo rostro aparecía en las papeletas de su partido para que el votante no se equivocase entre tantas izquierdas. Y le ha salido la jugada de tomar por tontos a los suyos (recordemos que ya lo hizo José María González en Cádiz) y ha logrado dos diputados. Aunque se quedan lejos de los resultados que esperaban. Lo más curioso es que la serenidad de Juanma Moreno y la tranquilidad de su mayoría absoluta puede suponer el fin de la oposición andaluza. Una oposición que necesitaba la entrada de Vox en el gobierno para tener un clavo al que agarrarse y meter miedo en la comunidad. Un miedo que les ha valido 40 años para gobernar pero que se ha perdido con el gobierno de PP y Cs y una gestión que, con algunas sombras, ha deslumbrado a la mayoría del electorado que ha ido a votar.
El resto (un 41 % de los andaluces se fueron a la playa en vez de a las urnas) muestran el desencanto con las políticas que vienen realizándose en este país. Y parecen querer decir que qué más da quien gobierne, si ellos van a seguir igual. Y eso vuelve a ser malo para la izquierda.