El festival de la reforma laboral

Tan raros somos que terminamos siendo el hazmerreír del mundo, enviando al festival de festivales una canción que representa todo lo contrario de los valores que promulga el gobierno de España

Javier Fornell

Somos un país tan sumamente extraño que nuestros sindicatos se preocupan más por la canción enviada a Eurovisión que por la situación de los trabajadores. Tan raros somos que terminamos siendo el hazmerreír del mundo, enviando al festival de festivales una canción que representa todo ... lo contrario de los valores que promulga el gobierno de España. Y cualquier persona sensata. O, quizá, lo que tenemos, después del pucherazo orquestado en el Festival de Benidorm, es una gran cortina de humo.

La defensa de la cantante Rigoberta Bandini, y su reivindicación del miedo a los pechos como ejemplo del patriarcado, nos oculta la realidad de este país. Y lo hace justo la semana en la que se vota la reforma laboral. Una reforma que, si bien puede servir para acabar con la precariedad estacional del trabajador, es un arma de doble filo.

Es cierto que nuestros convenios colectivos, en ocasiones, dejan mucho que desear. Pero no es menos cierto que aspectos como el contrato de obra y servicio han permitido al empresario cubrir vacantes en temporadas de máxima necesidad. Sin embargo, se ha terminado con él por culpa de una búsqueda del funcionariado laboral para crear una falsa sensación de seguridad con contratos indefinidos. Ahora, según se plantea en la reforma, los contratos temporales deberán ser fijos discontinuos, pero se olvidan de que en muchos sectores esto no es factible.

Es el caso del turismo. Es cierto que hoteles y restaurantes pueden tener plantillas siguiendo ese modelo de fijo discontinuo, como muchas escuelas no regladas lo hacen con sus profesores. Pero otras profesiones, como la mía, sin ir más lejos, no tiene una estacionalidad clara ni un servicio permanente el año entero. Son muchos los compañeros que enlazan contratos de obra y servicio, por días incluso, entre diversas empresas. Pero eso se ha terminado, aunque nos era conveniente a todos.

Esto une al aumento de los costes que tendrá ser autónomo y al gravamen de los contratos de menos de un mes. El resultado será que muchos contratos que se hicieron en el pasado, y que permitieron coger experiencia y comenzar a trabajar, ahora van a desaparecer. No creo que empresarios que quieran tener a sus trabajadores dados de alta lo hagan viéndose penalizados por hacerlo tan solo en los meses de mayor carga. Es posible que opten por subcontratar a otros autónomos o que terminen creándose falsos autónomos (sobre todo en los primeros años de trabajo y en ciertas edades), aunque seguramente lo que ocurra es que aumente los trabajadores sin dar de alta.

Una vez más, nuestro gobierno da la espalda a la realidad y crea leyes utópicas que se alejan de la cotidianidad. Es lo que ocurre cuando ser político se ha convertido en una salida laboral más y muchos de ellos jamás han contratado ni han sido contratos. Lo ético sería que se trabajase para que esos contratos tuvieran salarios y condiciones dignos, pero no se debe castigar a quienes crean trabajo cuando pueden hacerlo. O la opción será dejar de contratar.

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