Javier Fornell
Encontrándose con las letras
La primera es que las letras gaditanas parecen un coto cerrado, pero guardan gran riqueza de autores y personas
Este fin de semana que acabamos de vivir, tuve la inmensa suerte de participar en el I Encuentro Literario Luz de Letras que realizamos en Chiclana de la Frontera. Dos días en los que autores venidos de toda España nos dedicamos a olvidarnos del mundanal ... ruido de pandemias, guerras y políticos para centrarnos en lo que realmente nos gusta: la cosa esta del escribir.
Mi presencia no tiene mucho mérito. Lo cierto es que junto a Daniel Lanza compongo el binomio escondido tras Miko Kaizen que perpetra todas las locuras de Kaizen Editores. Y esta era una más. Un intento de regresar a los encuentros presenciales, bebiendo en aquellas tertulias de antaño en la que escritores de todo signo e ideología se reunían con un solo fin: hablar de libros, del arte de escribir y de las dificultades del mundo editorial. Y hacerlo reuniendo a autores independientes, autopublicados, de editoriales pequeñas y de grandes grupos. Sumándole al aquelarre un maestro para escribientes.
Si fue éxito o no, no seré yo quien lo diga, aunque tenga mi propia opinión. Pero como el padre que no ve los defectos de su hijo, yo no soy capaz de ver los errores del encuentro. Quizá, Patricia Gallardo, mi vecina de página y letras en este periódico, pueda algún día comentar algo. Por mi parte, me quedo con aquellas cosas que mejorar y esas sensaciones que me ha provocado.
La primera es que las letras gaditanas parecen un coto cerrado, pero guardan gran riqueza de autores y personas. Nuevas voces escondidas, o silenciadas por los medios tradicionales, que son capaces de mostrar la rica prosa y el más rico verso que se elabora en esta pequeña zona al sur del sur. Aunque fuese en una reunión casi clandestina a los ojos del gran público. O, quizá, lo que ocurra es que en esta bendita tierra nuestra necesitas un gran padrino para conseguir que las noticias culturales aparezcan como se merecen.
Una lástima, pues las mesas redondas han sido un aprendizaje continuo. La perfecta unión de la literatura sin complejos, apadrinados Daniel Fopiani (Espasa) y Javier Torras de Ugarte (Ediciones B), y con autores de todo calado, hemos disfrutado de lo mejor que dan las letras: el encuentro; los gustos y problemas comunes; la crítica, los ritos propios. Al fin y al cabo, lo mejor del fin de semana fue la puesta en común de nuestras vivencias.
Unas vivencias, y esta es mi segunda sensación, que muestra que la literatura está muy viva. Que hay mucho campo de trabajo y que, pese a que siempre parecemos pensar que no se lee, la realidad es otra. El interés mostrado por lectores y autores; las ganas de un próximo encuentro y la sensación de haber conseguido algo único pero repetible nos muestran que los libros están más vivos que nunca.
Hoy les pido perdón por una columna más personal que otras. Pero hoy tenía necesidad de gritar bien fuerte que la cultura está viva; y que incluso sin ayudas se pueden hacer grandes cosas. ¡Somos la cultura! Dicen, pero nosotros creemos en la cultura libre.
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