Javier Fornell
Domingueando
Este año el dominguero puede estar en peligro de extinción. Las playas se van a acotar y ya se han creado apps de móvil que conectaran con los drones de la policía local para indicar dónde poder acampar
El dominguero no es un playista cualquiera. Él es especial, un ser tan típico como el tinto de verano en las noches de calor. Sin él la playa un fin de semana no es la misma. Llega con su familia, su tienda de campaña -o ... cualquier cosa que sirva para cobijarse- y se planta allí dónde mejor le parece, sin importar qué o quién pueda estar en ese momento en la arena. Allí, y de forma incomprensible, comienza a extraer todo tipo de artilugios y alimentos mientras los niños -nunca menos de dos- comienzan a correr hasta la orilla.
Tradicionalmente a este tipo se le ha acusado de muchas cosas: falta de educación, exceso de alcohol en sangre en el retorno, ruido, mala conducción -recordemos que el dominguero tradicional tan sólo usa el coche en carretera los fines de semana de julio y agosto-, gritos, basura, yogurismo y presencia de suegras. Y puede que todo ello vaya incluido en el pack. No lo voy a negar pues yo mismo he sufrido la desaparición de mis cosas bajo tiendas domingueras.
Aun así, el dominguero es un ente propio del verano. Un ser que no debe desaparecer de nuestras playas y que, además, es muestra de lo que debería ser el verano -salvando ciertos aspectos educacionales que no van con el tipo, sino con la persona que se viste el tipo- pues ellos representan el «me da igual lo que piensen, vengo a pasarlo bien, y lo pasaré bien».
Pero este año el dominguero puede estar en peligro de extinción. Las playas se van a acotar y ya se han creado apps de móvil que conectaran con los drones de la policía local para indicar dónde poder acampar. Y el dominguero, habituado a pasar sus fines de semana en familia sobre la arena de la playa, deberá adaptarse al medio. Se acabó montar un castelum romano a base de manteles amarrados a sombrillas sobre las playas de la Barrosa. Ahora, un señor uniformado vendrá a decirte que has sobrepasado el aforo, que tu grupo se ha excedido en número o que ocupas más territorio del que debías.
Además, se acabó situar el campamento sobre las cosas de terceros. Ahora iremos en fila de uno, por donde marcan las señales, cual borreguitos al matadero; y tendremos que madrugar para coger el mejor lugar. Vamos, lo que viene siendo un día cualquiera en una playa de Benidorm, con la cosa de que aquí el mar, como los niños, va y viene, obligando al dominguero a recular, elegir bien el lugar o tomar una segunda posición para sentarse a la orillita.
Por suerte, no habrá problemas de avalanchas ni peleas. Somos un país educado y culto, como lo demuestra que nuestros niños y jóvenes hayan vuelto a los colegios y universidades antes que a los bares y las playas... Ya se sabe, lo primero es lo primero y España ha dejado muy claro cuales son las prioridades. Y yo, como con los domingueros, tampoco lo entiendo ¿Es lógico que los niños puedan agolparse en la orillita del mar, pero no ir al colegio? ¿Es normal que se haya organizado antes el domingueo playero que la vuelta a la Universidad? Y, para colmo, vuelve el fútbol: pan y circo.
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