Javier Fornell

Dignidad

Si hacemos las cosas bien, si miramos al que viene como un hermano y no como un invasor, y si fusionamos lo mejor de cada uno, lograremos que este planeta en el que vivimos sea un lugar mejor

Javier Fornell

Las imágenes que hemos visto estos días con la l legada de miles de migrantes a Ceuta han sido realmente dramáticas. Lo peor es que han sido puramente politizadas por unos y otros, olvidándose el verdadero problema que se esconde detrás de esta doble ... marcha sobre la frontera. Y digo doble marcha ya que debemos diferenciar entre aquellos motivados y movidos por el gobierno marroquí, como represalia por la entrada del líder del Frente Polisario en España (y como forma de presión sobre las ciudades autónomas), y, por otro, el de los cientos de miles de migrantes que recorren África en busca del sueño europeo.

Mientras desde Marruecos se usan a los migrantes como moneda de cambio para sus luchas territoriales y los anhelos de expansión de su rey absolutista; los llegados desde el otro lado del Sahara luchan por su dignidad y por un futuro para sus familias. Un futuro que, además, le hemos vendido como una utopía de colores en el que todo el mundo tiene una casa, dos coches, internet en el baño y unicornios en el jardín. Una mentira con la que se topan de bruces después de realizar una travesía por el desierto y cruzar los mares.

Por eso, imágenes como las que hemos visto estos días son tan dramáticas y, a la vez, tan esperanzadoras. La esperanza que esa voluntaria de Cruz Roja le daba a un joven sudafricano con su único abrazo y una pequeña botella de agua. La esperanza de vida para esos bebés rescatados del agua por nuestras fuerzas de seguridad: un halo de humanidad entre tanto dolor y pánico.

Entiendo que hoy los ceutíes viven con miedo por lo que pueda pasar en la ciudad. Es lógico por las miles de almas que tratan de cruzar la débil línea de alambre que separa el infierno del paraíso. Pero hemos de tener humanidad y pensar mucho más allá de la puerta de nuestra casa. El expolio realizado en África, la pobreza endémica y las brutales desigualdades sociales han dejado sin futuro a todo un continente que busca dignidad más allá de los mares.

Una dignidad que le ha sido arrebatada por las grandes potencias desde hace siglos y que ahora se transmuta en una lenta y nueva migración de los ‘pueblos del mar’. Como esa que hace milenios cambió la fisonomía de nuestro mundo trasladando culturas y gentes de un lugar a otro. Pero esa migración no es necesariamente mala, todo lo contrario. La interculturalidad, la mezcla de religiones, culturas y gentes, siempre ha sido una fuente de riqueza y a largo plazo será así.

Quizá ya el mundo no sea como lo conocemos hoy; pero tampoco nuestro mundo es el de nuestros abuelos y eso no ha significado una sociedad peor. Si hacemos las cosas bien, si miramos al que viene como un hermano y no como un invasor, y si fusionamos lo mejor de cada uno, lograremos que este planeta en el que vivimos sea un lugar mejor. Pero eso tendremos que hacerlo las personas de a pie, los que también aquí luchamos por nuestra propia dignidad. Pues si lo dejamos en mano de políticos mediocres tan solo seremos peones de sus deseos individuales.

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