Javier Fornell
La ciudad adormecida
La pequeña y manejable ciudad que se hace amable al visitante y cada día más incomoda al vecino
Antonio de Torquemada dijo que Cádiz era el antepuerto del paraíso, con sus aguas cálidas y transparentes y sus gentes amables; Lord Byron encontró el amor efímero en una opera portuense y nos dejó el hermoso nombre de la Sirena del Océano; Alejandro Dumas, comparó ... nuestras calles a las del París más luminoso y Andersen paseó encantado por nuestras plazas. Todos ellos disfrutaron del mejor Cádiz, del que enamora a quien viene hasta hacerle creer que puede ser de esta ciudad por el mero hecho de amarla.
Y es curioso ver como son otros, foráneos acostumbrados a ver mundo, los que terminan haciéndonos ver la realidad de nuestro Cádiz. La pequeña y manejable ciudad que se hace amable al visitante y cada día más incomoda al vecino. Una ciudad adormecida cargada de potencialidad que, sin embargo, se deshace en loas propias sin aceptar la critica del que la quiere.
Lo veo casi a diario cuando hablo de lo bueno y malo de nuestra ciudad con los visitantes. Me doy cuenta de que he pasado de exaltarla a buscar las miserias que escondemos en las cuevas de Mariamocos. Y, aunque parezca mentira muchas veces, no lo hago por el color de nuestro alcalde. Al contrario, he llegado a defenderlo de terceros cuando las medidas tomadas son correctas. No, no es por ideología. Me he dado cuenta de que busco las miserias de la ciudad para tratar de ofrecer soluciones. La mayor parte de las veces, improbables e imposibles.
Mil veces he soñado con un trasporte público de calidad, que nos permitiese movernos por la Bahía sin tener que mirar la hora. Un tranvía / tren circular que, como pidió en su momento Francisco Piniella (actual rector de la UCA), pase por el puente nuevo para unirse al rail existente. Un sistema de autobuses modernos, que no tarde horas en llegar a la vecina Puerto Real o que sea casi inexistente para Rota o Sanlucar.
Pienso, también, en posibles bolsas de aparcamiento disuasorio. Y me planteo que quizá una solución fuera un parking low-cost en Zona Franca con lanzadera directa y gratuita para sus usuarios hasta el centro. Sin paradas: aparcamiento-plaza de España. Me planteo que tal vez, en una ciudad que ha apostado por la bici, el ayuntamiento podría implantar un servicio de alquiler a bajo coste para los vecinos, con fácil acceso. Como hicieron con las benditas fuentes de agua que se reparten por la ciudad (sin duda, uno de los mayores éxitos de nuestro alcalde para hacernos la vida mejor).
Pienso también en los niños que juegan en la calle al futbol, y en el peligro que suponen para viandantes y patrimonio. Pero recuerdo que yo también fui niño y también quise jugar en las plazas y creo que se podría buscar solución llegando a acuerdos con los centros educativos para mantener las instalaciones abiertas fuera de horario lectivo. Algo que muchos colegios concertados / privados ya hacen acogiendo a sus alumnos y a otros.
Pienso que la Cádiz que enamoró a tantos grandes literatos ya no existe. Que nuestra ciudad está adormecida y ha dejado de ser luminosa y agradable; pero sigue guardando su esencia. Es una ciudad que aún acoge, que todavía vive.