Javier Fornell
La calle es de casi todos
Decir hoy que Cádiz es una ciudad de clima amable con la que está cayendo de frío, puede sonar a broma
Decir hoy que Cádiz es una ciudad de clima amable con la que está cayendo de frío, puede sonar a broma. Pero lo es. Cádiz es un lugar cómodo para vivir y nuestras temperaturas raramente alcanzan los extremos. Pese a los temporales que, ... de ven cuando, azotan nuestras costas, ni el viento ni la lluvia suele ser un problema diario. Eso hace que nuestra vida se realice en la calle: en las terrazas de los bares, de paseo por el carril bici, disfrutando de la playa el año entero.
Ese milagro de la templanza climática tiene consecuencias en nuestra ciudad. Algunas, ya los hemos dicho: foráneos y locales se lanzan en busca de esas terrazas que hoy están en peligro. Lugares de ocio y trabajo que generan riqueza a los ciudadanos, que permiten el flujo monetario y que revitalizan calles y plazas. Aunque, también, se hayan convertido en el enemigo a vencer para Martin Vila —Delegado de (in)Movilidad y Urbanismo— y asociaciones como la Zancada, que parecen preferir una calle muerta para peatones que una calle viva para ciudadanos.
Por supuesto, las terrazas necesitan una regularización y deben existir lugares de paso y disfrute para los vecinos que deseen usar los lugares públicos. Pero no a base de demonizar a esos empresarios de la hostelería que se han dejado dinero y tiempo en levantar negocios. Ya nadie parece acordarse de El Pópulo hace no muchos años, cuando daba miedo cruzar por un barrio que se caía a pedazos mientras escondía un sueño que finalmente se cumplió: ver las calles llenas de sonidos, de mesas repletas de comensales, de negocios en cada esquina.
Fue el trabajo callado de los hosteleros de la vieja Gades el que permitió la transformación de un barrio que debe ser espejo para el resto de las zonas gaditanas. Con el trabajo bien hecho, abriendo locales cuidados en diseño, o manteniendo la idiosincrasia local, han conseguido sacar adelante a un espacio marginal y convertirlo en referente turístico y cultural.
Pero ¿qué ocurrirá con una ordenanza que les obliga a retirar muchas mesas? El primer paso es claro: a menos mesas, menos necesidad de camareros. Así que habrá un repunte del paro y, por tanto, una desaceleración en una ciudad que necesita generar riqueza y no ponerle palos en las ruedas a quien desea generarla.
Ya han empezado a cerrarse terrazas debido a la nueva ordenanza. Todavía son pocas, pero suficientes para ver lo que está por venir. Desde la Delegación de Urbanismo en nuestra ciudad, parecen estar decididos a terminar con nuestro tejido industrial —sí, la hostelería también es una industria— y turístico haciendo antipática una ciudad que era amable. Ahora nos retiran las terrazas de las calles y nos eliminan los aparcamientos, como queriendo darles motivos a los visitantes para no visitarnos y disfrutar de esos mismos placeres en otras zonas de la Bahía que ponen tantos impedimentos.
El futuro no se ve halagüeño para nuestra ciudad y nuestro ocio, sobre todo teniendo en cuenta que en este campo hace mucho que comenzamos a flaquear. Ahora, cuando las plazas se recuperaban, vuelven a crearse problemas y se hace desde un Ayuntamiento que parece preferir una ciudad empobrecida que una creando riqueza.