Cádiz brilla sucia
El ser humano es propenso a echar balones fuera, y con la suciedad ocurre un tanto importante. Creemos ser los más limpios del mundo, pero la realidad es que la ciudad dicta mucho de ser la tacita de plata
Guiar la ciudad de Cádiz tiene cosas muy buenas y cosas muy malas. Es una ciudad accesible, en la que las cuestas brillan por su ausencia (más cuando uno está habituado a escalar ciertas callejas de nuestros Pueblos Blancos). Pero, en los últimos tiempos, se ... está convirtiendo en una yincana urbana en la que en vez de reírte a carcajadas y aprender, nos toca evitar callejones oscuros, riachuelos de olores y colores sospechosos, y leves manchas de humedad que se acumulan por cada rincón de la ciudad.
Una ciudad que en estos años ha visto cómo se está viniendo abajo lentamente. Sin pausa y sin prisa, habría que decir. Al calor de una gestión municipal que también ha brillado por su ausencia mientras la ciudad cogía ese brillo sospechoso de las ropas que llevan demasiado sin lavarse. O de los pelos lamiosos que hace demasiado que no sienten el tacto del jabón. Una ciudad a imagen y semejanza de sus gestores.
Y eso ahora, que desde el puerto se ha conseguido que seamos puerto base de cruceros, es un grave problema. Los que vivimos del turismo, también queremos un turismo de calidad, como el que defiende Montes desde la Delegación Municipal de Turismo. Y la conversión en puerto base es un paso importante que puede suponer un salto atrás si la ciudad continua con su estado lamentable, casi insalubre en ocasiones.
Hace unas semanas, unos chicos de Huesca me preguntaban por el olor nauseabundo de la ciudad. «Huele a meados», me decían. Y tenían razón. Yo respondía con el consiguiente: «Cádiz es una isla y cuando hay poniente los olores vuelven por los sumideros». Excusa barata que no les sirvió del todo cuando pisaron un charco de orines caninos, aumentados con agua y jabón, pero sucio y asqueroso de todas formas.
Por supuesto, la falta de limpieza de la ciudad no es solo del Ayuntamiento. También tiene que ver una empresa que ya ha anunciado su marcha mientras los camiones de limpieza ensucian y contaminan más que cualquier otro vehículo de la ciudad. Y otra gran culpa la tiene el propio gaditano. Eso se nota cuando sales de la ciudad y ves como relucen lugares como Vejer o Setenil, llenos de turistas, en los que las papeleras son más infrecuentes que en la capital, pero la suciedad no aparece.
El ser humano es propenso a echar balones fuera, y con la suciedad ocurre un tanto importante. Creemos ser los más limpios del mundo, pero la realidad es que la ciudad dicta mucho de ser la tacita de plata. Para colmo, a la suciedad física y visible se une la mierda metafórica y politizada de las redes sociales. Los fanatismos localistas de unos y otros que terminan dejando la casa sin barrer.
Cádiz necesita una ducha, una limpieza integral que veremos cuando se acerquen las elecciones. Mientras tanto, la ciudad sigue ennegrecida, lejos de ser lo que era. Dando una visión alejada de la urbe que debería ser; haciéndonos perder, a golpe de basura, una oportunidad de posicionarnos como uno de los destinos más atractivos de España en turismo cultural.