Javier Fornell
Barriendo fuera, sin barrer en casa
Siempre he pensado que a José María González el cargo de alcalde de la ciudad le ha venido grande

Siempre he pensado que a José María González el cargo de alcalde de la ciudad le ha venido grande; pero, y esto es peor aún, él no lo sabe y cree que le queda pequeño. Solo así se entienden las horas que pasó de ... plató en plató de televisión hasta que, en La Sexta, su cadena amiga, le pusieron la cara colorada. Desde entonces se dedicó a lo que mejor sabía: algunos cuplecitos en encuentros del partido y escuchar en el pleno como sus conciudadanos le reclamaban lo prometido y no cumplido.
Ahora, que el final de su legislatura comienza a vislumbrarse, y con la promesa de no volver a presentarse; empieza a mostrarse, nuevamente, más radical en sus posturas. Tal vez porque, como cree que Cádiz se le queda pequeño, esté buscando acomodo en Sevilla o más allá, pero lejos del aula, por supuesto.
Solo así se entiende que, mientras que Cádiz se desangra por los cuatro costados, él se presente como adalid de los trabajadores del metal. Quejándose, de paso, de que el resto de los alcaldes de la zona no se unen a sus propuestas de lucha y huelga. Lo más curioso es que los propios trabajadores han dado un golpe de cordura sabiendo que tienen un mes y medio para terminar un encargo que puede salvar los astilleros o dar la puntilla definitiva a Navantia Puerto Real.
Una puntilla que cada día se clava un poco más en Cádiz. Una ciudad en la que el abandono se nota si se sale de los circuitos turísticos y comerciales; en la que los monumentos y lugares emblemáticos se llenan de tiendas de campaña mientras la Corporación mira a otro lado, quizá al 2023 cuando Andalucía Adelante, ya reducida a grupúsculos de izquierda peleados entre sí, tenga el reto de mantener Alcaldía sin repetir alcalde. Un reto que supone encontrar un alcaldable con el carisma inimitable de Kichi. Pero mientras esa fecha llega, el Ayuntamiento debería tomar medidas para controlar el estado de la ciudad. Y debería comenzar con los sin techo. Los campamentos que ya se han formado en las Puerta de Tierra (a uno y otro lado) y en la plaza de las Tortugas muestran la dejadez municipal con las personas.
Permitir estas acampadas no son muestra de respeto si no de lo poco que importan las personas y su dignidad. La de los acampados, pero también las de quienes convivimos en la zona.
La de ellos ya que no viven con las condiciones higiénicosanitarias mínimas que se deberían aportar a cualquier persona en este supuesto Estado del Bienestar; las de los demás que no tenemos la obligación de sufrir esa falta higiénicosanitaria, ni la ocupación del espacio.
Pero hay más, estos campamentos están en zonas declaradas BIC. Ya sufrimos el incendio de la pérgola de Santa Bárbara en la que, por suerte, no hubo víctimas, pero… ¿Qué ocurriría si el incendio se diera en las Puertas de Tierras? Aquí hay un Museo del Títere con verdaderas joyas muy inflamables, puede que entonces sí hablemos de muertes y nos lamentemos, una vez más, tarde por lo sucedido.
Mientras, el alcalde sigue mirando más allá de nuestras fronteras mientras deja sin hacer su labor; barriendo fuera, sin barrer en casa.