Barriendo casapuertas

Gracias a todos vosotros, viajeros y agencias que confiáis en mi labor, ya que mientras yo trataba de sacaros una sonrisa, vosotros habéis barrido mi casapuerta de pesares

Javier Fornell

Soy una persona que trata de ser positiva y de buscar en cada rincón una razón para reír y hacer reír. Creo que la vida son dos días y que, aunque la muerte no sea más que el principio de una nueva, si todos fuéramos ... mejores, el mundo sería mejor. No recuerdo quién decía que, si cada uno barriese la puerta de su casa, todo estaría limpio. Y es cierto, hasta cuando no hablamos de limpieza.

Yo trato de hacerlo en cada uno de mis días. En mi trabajo, que adoro. Con los amigos y con la familia. Trato de dar un pequeño halo de luz aun sabiendo que el blue Monday está acechando. Es cierto que muchas veces el cuerpo te pide echarte a llorar; a decir ¡basta! por estar hastiado de lo que ves, lo que oyes, lo que sientes. Por ese sentimiento de que, no importa lo que hagas, al final del túnel sigues sin ver la luz.

Es en esos momentos cuando decido hacer balance de las cosas buenas y malas para ver cómo me va la vida realmente. Pero sobre todo para tratar de ser aun mejor. Lo intento, por ejemplo, esta semana, cuando ando guiando a un grupo de madrileños que visitan nuestra provincia. Aunque la oscuridad me aceche en momentos, saco fuerzas de flaquezas, me disfrazo de sonrisa y busco su risa adornando la realidad más cotidiana.

Y ¿saben una cosa? Me alegran el ánimo. De hecho, esta misma semana tengo a dos personas que me sirven de ejemplo y me obligan a dar lo mejor de mí. La primera, acaba de salir de un infarto pero hay que vivir y disfrutar me dice cogiendo algo de resuello en un escalón. La otra, me habla de sus viajes, de sus ganas de continuar con ellos mientras me sorprende descubriéndome sus 88 años. Y entre medio otros tantos, que preguntan, se ríen, te escuchan y disfrutan.

Les podrá parecer una tontería, pero estos días me hacen sentir bien saber que estoy ayudando a que sean felices. Aunque lo que no saben ellos es lo que me dejan a mí. La riqueza personal que sus vivencias me trasmiten. Cada sonrisa que veo es un pago indescriptible. No por vanidad, ni siquiera por saber que estoy haciendo bien mi trabajo; es porque sé que otros muchos están repartiendo ilusión desde sus oficios. Sin importar el nivel de estudios o el grado de dificultad; hay personas que hacen que el mundo sea mejor ya que barren su casapuerta aun en los peores días del año.

Muchas veces, como yo, pensarán que hacen el tonto, que no les vale para nada. Pero de pronto, como me ha pasado a mí mientras escribo esta columna desde la cama de un hotel y echando de menos a los míos, te das cuenta de que sus historias ya son tuyas, que sus sonrisas ya son tuyas. Y que mientras tú le estás dando un poco de alegría a sus vidas ellos están llenando la tuya de experiencias, conocimientos y, sobre todo, satisfacción.

Hoy, de pronto, en un raro día, me he dado cuenta de que lo que siempre digo es real: No trabajo, vivo cada día. Por eso, gracias a todos vosotros, viajeros y agencias que confiáis en mi labor, ya que mientras yo trataba de sacaros una sonrisa, vosotros habéis barrido mi casapuerta de pesares.

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