Javier Fornell
La Atlántida del ego
Cádiz es una ciudad con tanta historia que a veces da miedo hablar de ella
Cádiz es una ciudad con tanta historia que a veces da miedo hablar de ella. Muchas de las curiosidades que se cuentan en la ciudad pueden sonar a charla de vendedor de humos; pero la realidad es que nada debe inventarse. Aun así, cada poco ... tiempo, se da pábulo a ciertas teorías sacadas de la nada. La última, la supuesta localización de la Atlántida en nuestras costas. Unas costas que guardan demasiados secretos y restos bajo sus arenas como para poder realizar un mapa real del desarrollo humano desde el principio de los tiempos.
Pero lo curioso de esta historia no es que el mito haya salido a la luz una vez más. No, lo curioso es que quienes dan voz a este «descubrimiento del milenio» no han pisado las aulas de la universidad para formarse y especializarse. Y eso hace que partan de un error de base: cuando no conoces lo más simple, puedes llegar a creerte tus propias alucinaciones.
Desgraciadamente, esto es bastante común en nuestra ciudad. Y son muchos los que sin formación («yo podría darles clases a esos vejestorios de la UCA», he llegado a oír) se han auto investido en adalides de nuestra cultura, patrimonio e historia. A eso le unimos las redes y encontramos a supuestos arqueólogos y antropólogos contando milongas que son creídas a pies juntillas por sus seguidores. Y eso mientras a los que sí se han formado se les cierran puertas para ofrecer sus conocimientos. O, peor aún, desde esas redes se les acusa de no saber qué dicen, de expoliar o de destrozar yacimientos sin darse cuenta de que cualquier profesional que se precie cumple a rajatabla las medidas de seguridad y los planes de trabajo impuestos por las administraciones.
Por eso, nuestra ciudad, se desangra lentamente. Aquí triunfa la popularidad sobre el mérito. Ya saben, nos lo enseñaron las películas americanas, el rey y la reina del baile siempre son los más guapos mientras los mejores de la clase quedan arrinconados en las gradas. Pero desde esa grada se ve lo que se mueve alrededor y, a veces, hasta se oyen risas mientras ciertos pseudo-investigadores se dan golpe de pecho por salir en documentales absurdos: el segundo de gloria sobre el decenio de formación.
Lo único que nos queda es esperar. Esperar que el tiempo ponga a cada cual en su sitio y que tanto el autor del supuesto descubrimiento como sus voceros y colaboradores locales acaben cayendo por su propio peso. De esa forma, al menos, habremos ganado algo: limpiar el espectro local para poder realizar estudios históricos reales, sin paja falsa que manche el nombre de nuestra ciudad; con profesionalidad y rigor para gritar sin miedo alguno que no necesitamos la Atlántida para ser la ciudad más antigua de Occidente. Que no necesitamos americanos sin formación ni gaditanos con más ego que conocimiento para demostrar abiertamente que Cádiz tiene tanto pasado como futuro; pero que debe ser desde el mérito, desde la formación y la profesionalidad desde la que se sienten las bases de nuestro progreso.
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