Javier Fornell

Anhelos y vacunas

Vivan la vida sabiendo la verdad: no son felices, simplemente han logrado espantar la tristeza por un tiempo

Javier Fornell

Dice André Comte-Sponville que «como ser feliz no es tener lo que se deseaba, sino tener lo que se desea, ser feliz no puede ocurrir nunca. De manera que, o bien deseamos lo que no tenemos, y sufrimos esa carencia, o bien tenemos lo ... que desde ese instante ya no deseamos. Y nos aburrimos» Y es que Comte basa la felicidad en el deseo, en la esperanza de algo. Una vacuna , por ejemplo. Y, efectivamente, una felicidad basada en el deseo y la esperanza jamás podrá ser alcanzada, pues una vez alcanzada tanto el deseo como la esperanza se convierten en realidad y no en anhelos. Una vez que la tenemos, no queremos ser el primero en vacunarnos.

Pero su premisa nace de un error: parte de la existencia de esa felicidad y de la necesidad del hombre de llegar a ella. Pero la felicidad no existe. El hombre puede creerse feliz. Puede, incluso, sentirse feliz. Pero, al contrario que la soledad que es real y palpable, la felicidad no es más que un estado de ánimo con el que se crea una máscara. Y ahí está la verdad de la felicidad. Y, a la vez, su mentira. La felicidad, esa máscara de autodefensa, no existe. No es más que la ausencia de tristeza. Y la tristeza, como la soledad, si es palpable. Podemos observarla. Podemos encontrarnos con ella sin buscarla y, además, cuando el motivo se hace presente y hasta pasado, sigue siendo válido. No es un anhelo roto, ni una desesperanza. Cuando la tristeza llega lo hace de forma tangible: la muerte de un ser querido; la soledad; la falta de trabajo; la marcha del amigo… y ese motivo continúa en el futuro aun viniendo del pasado, formando parte de la vida hasta el final de la propia vida. Y eso, lo hemos aprendido este año a base de bien.

Así que hoy me permitirán un consejo: rompan su máscara de felicidad perpetua. Vivan la vida sabiendo la verdad: no son felices, simplemente han logrado espantar la tristeza por un tiempo. No basen su existencia en una esperanza baldía ni en un sueño de futuro, pues nunca alcanzarán una felicidad que no existe, aunque lleguen a cumplir sus sueños. Pero no dejen de vivir el día a día ya que, como diría Jules Renard: No deseo nada del pasado. Ya no cuento con el futuro. El presente me basta. Soy un hombre feliz, pues he renunciado a la felicidad.

O, lo que viene siendo lo mismo, ahora que llegan las navidades, recordemos que deben ser unas fiestas que vayan mucho más lejos de lo material. La felicidad de un niño al ver su regalo nunca será la misma que su ilusión por abrir el paquete. Y puede que queramos compensar este 2020 llenando los arboles de cajas decoradas, pero la realidad es que lo perdido, la tristeza por los seres queridos que ya no están seguirá presente. Aunque recibamos el regalo de una vacuna por Navidad.

Una vacuna, posible solución a nuestros males, que ya está siendo rechazada por muchos. Es lo que tienen los anhelos, que cuando se cumplen, desaparecen y se queda la realidad. Y la nuestra nos dice que o nos vacunamos, esperando que los científicos hayan hecho su parte, o el fantasma de las Navidades futuras puede que no venga a vernos.

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