Javier Fornell
Almudena no es nombre de tango
Cuando nos movemos en términos ideológicos, este país es propenso a la radicalización y la intolerancia
Almudena Grandes nunca fue santa de mi devoción. De hecho, creo que he disfrutado más de las adaptaciones de sus obras que de sus propias obras; y sigo pensando que vivió más del recuerdo de ‘Las edades de Lulú’, y todo lo que conllevó al ... romper tabúes y tratar temas impensables antes, que de su propio nivel literario. Aunque esto no es más que una opinión y como tal debe tratarse.
Pero esta opinión no puede hacerme negar la realidad: Almudena Grandes es una de las autoras más influyentes de finales del siglo XX en nuestro país. Y eso en una industria que suele estar dominada por hombres (Carmen Mola mediante) es un hito que debe tenerse en cuenta. Una cuenta que no parecen llevar correctamente los partidos de derechas de la zona madrileña, como han demostrado al no permitir que sea nombrada Hija Predilecta de la ciudad. Pero, sobre todo, demuestra la cortedad de miras y la falta de preparación de los equipos y asesores del Partido Popular.
Ya metieron la pata con la misa de Franco a la que asistió Pablo Casado. Su error es más común de lo que puede parecer y los que asiduamente acudimos a misa lo entendemos: si llegas tarde y te sientas en la última fila, aunque sea una misa de difuntos, no sabrás a quién está dedicada hasta que el sacerdote pronuncie su nombre. Y como suele ser el de pila, ni en ese momento. Pero ni en esto supieron hacerlo bien: que hubiera salido Casado a decir la realidad, entre risas casi por la metedura de pata, habría servido para quitar hierro al asunto.
Ahora, con la muerte de Almudena Grandes vuelven a demostrar la cortedad de miras. Peor aún, muestran el lado más radical de la intolerancia ideológica. La articulista de ‘El País’ ha dejado clara su ideología de izquierdas siempre, con comentarios muy contrarios a los partidos de centro derecha y, por eso mismo, deberían haberse unido a su homenaje. Más que nada para evitar convertirla en una mártir de la izquierda; el ejemplo claro de que la derecha aísla a quien no piensa como ella sin importar los logros realizados.
Hace ya mucho que aprendí a separar persona de obra. Si fuera por personas, no leería nada de autores como Pérez-Reverte o Lucía Etxebarria (por poner dos ejemplos antagónicos) y lo hago diferenciando cómo escriben de sus ideas políticas.
Desgraciadamente, en la actualidad, eso no suele ser lo normal. He escuchado muchas veces decir a lectores que no se acercarán a las obras de Boris Izaguirre por ser homosexual, aunque eso signifique perder la exquisitez de ‘Un jardín al norte’.
Cuando nos movemos en términos ideológicos, este país es propenso a la radicalización y la intolerancia. La Guerra Civil terminó hace ya mucho y estamos al borde de cumplir los 43 años de democracia. Pero aun no hemos sabido cerrar la guerra, sigue abierta en el imaginario mundo de las ideas. Ahí seguimos divididos en dos bandos que no hacen más que empobrecer nuestro presente y ensombrecer un futuro que pinta oscuro por la crisis económica, la radicalización política y la incultura.
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