Javier Fornell

El fin de una era

La pandemia, que parece ir llegando a su fin, nos ha mostrado la mejor y peor cara de cada persona

Javier Fornell

Hemos llegado a la nueva normalidad gracias al esfuerzo de todos. Un esfuerzo que ha significado muchas cosas para la población y para los trabajadores. Hace casi dos años el mundo como lo conocíamos cambió y nosotros hemos cambiado con ellos. En este tiempo hemos ... aprendido a saludar con el puño, a mantener distancia de seguridad y a diferenciar una mascarilla FP2 de una FP3. Pero también hemos aprendido a discernir qué persona cumple socialmente y cuál no.

La pandemia, que parece ir llegando a su fin, nos ha mostrado la mejor y peor cara de cada persona. Los que se mostraban solidarios desde el uso de la mascarilla, hasta la vacunación pese al miedo, pasando por las largas colas al sol o la empatía al entender que no todo se podía hacer o que no todos podían participar de las actividades. Hemos aprendido a teletrabajar siendo responsables con nuestras obligaciones. Hasta los más jóvenes han sabido, pese a algunas excepciones, ser fuertes y socialmente responsables en estas circunstancias.

Con todo eso, hemos sido capaces de salir de un pozo que ya empieza a parecerse a un mal sueño. Pero un sueño del que aún no debemos despertar para mantenernos atentos a lo que vendrá. Recuerdo todavía mi primer artículo sobre este tema, todavía creyendo que era una mala gripe; y recuerdo las imágenes venidas de China, que parecían sacadas de una película de terror. Y lo ha sido, pero gracias al esfuerzo de todos, hemos podido superarlo con fuerza.

La fuerza que nos ha dado, como país, ver la excepcional capacitación de nuestros sanitarios (todos, públicos y privados; médicos y celadores) que han dado hasta la última gota de sudor y más lágrimas de las debidas para encontrar una solución al peor de los males de los enfermos covid: la soledad en los peores momentos. La fuerza de nuestras fuerzas de seguridad, que se han dejado la piel ayudando y controlando; como nuestros cajeros y dependientes, que pese a los miedos continuaron al pie del supermercado dándolo todo por el bien común.

Por fin vamos llegando al final. Moreno Bonilla ha anunciado que pasamos a la fase cero. Que vuelven los aforos completos, que se acaban la mayoría de las restricciones (salvo las mascarillas y la distancia social). Y es ahora cuando toca la fase más complicada: evitar que los locos años veinte se conviertan en la previa del crack del 29. La historia es sabia y debemos mirarnos en ella; y recordar lo que el siglo pasado nos enseñó: que después de fases de crisis llega la locura colectiva y después de eso, casi siempre, una crisis aun mayor.

Pero si las cosas se hacen bien (y la Alemania post-muro es un ejemplo) esta pandemia, que nos ha dejado mucho dolor y a muchos vecinos por el camino, puede ser una oportunidad. La oportunidad de aprovechar lo mejor de la sociedad y potenciarlo. De potenciar nuestras fortalezas (una gran red de internet, una sanidad excepcional y un tejido industrial que se ha mostrado eficaz) para seguir creciendo. Además, debemos ver nuestras debilidades para evitarlas. Entre ellas la dependencia de China, que ha paralizado algunas de nuestras industrias, y que deberíamos suplirla con nuestra misma industria para ser autosuficientes.

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