TRIBUNA
La necesidad del cambio ante una crisis no estructural
La irrupción de una pandemia ha cimbreado los cimientos de nuestra estructura social y económica
La irrupción de una pandemia ha cimbreado los cimientos de nuestra estructura social y económica. La incertidumbre es mal tolerada cuando no está fundamentada en principios generalmente aceptados por nuestra sociedad. La actual situación ha puesto de manifiesto la necesidad de una transformación de nuestro ... mundo tal y como lo hemos conocido hasta ahora.
Es importante diferenciar dos niveles, o graduaciones, de cambios a nivel social. Por una parte los procesos revolucionarios, que son disruptivos con la realidad anterior, suponiendo la destrucción de ésta y la creación de un escenario nuevo. Por otra, nos encontramos con la transformación, menos traumática respecto al pasado y su velocidad de implantación. Los fenómenos transformativos son procesos de cambio que mantienen, incluso se sustentan, en la esencia de una sociedad. Esencia que está compuesta por elementos tan sólidos y fundamentales como la cultura, los valores e incluso la idiosincrasia propia de una sociedad y que, en muchos casos, suponen unas capacidades diferenciadoras y únicas de gran valor. Estos procesos se manifiestan históricamente como procesos graduales en el tiempo.
En los últimos tiempos, he podido participar en diferentes foros profesionales y académicos, relacionados con la Ciencia Económica y las perspectivas de evolución de la economía de nuestra provincia. Es una constante habitual, en los mismos, el planteamiento de la necesidad de un cambio a diferentes niveles: cambio del sistema productivo en busca de establecer nuevos sectores con alto potencial de futuro y aportación de valor añadido, cambio en la actitud de la ciudadanía, necesidades imperiosas de cambios en la estructura de las administraciones públicas, adoptar la digitalización y asimilar recursos tecnológicos que nos doten de capacidades más competitivas, son algunos de los conceptos más repetidos.
Todas estas necesidades de transformación de nuestra provincia, aprovechando como punto de inflexión esta pandemia, para superar una situación de crisis cronificada con sus inicios en los años ochenta, con una reconversión industrial que no logró sustituir el tejido productivo de nuestra provincia sino que se ha convertido en una sangría continua durante las últimas cuatro décadas, siendo ejemplo sublime de la misma la ciudad de Cádiz, pasan por los deseados fondos europeos de recuperación contemplados en el presupuesto plurianual de la UE para el periodo 2021-2027. Mi percepción se resume en que todas las expectativas se confían a un plan supremo que cambie nuestro destino de la noche a la mañana.
A riesgo de ser calificado de incorrecto y catastrofista, perdonen que les advierta que por enésima vez nos equivocamos. Además, con el posible riesgo de estar ante una ocasión determinante, tanto para nosotros a nivel, local, como para el futuro de la Unión Europea. El ingente esfuerzo que Europa va a destinar a este presupuesto plurianual, puede poner en cuestión la continuidad de la organización europea, si los resultados no son los esperados, más allá de 2027. En definitiva, Europa puede estar jugándose su última carta si consideramos el esfuerzo que lleva realizando en su política monetaria, desde la crisis financiera de 2008, con la adquisición de deuda pública nacional y continuas inyecciones de liquidez al mercado y a todo ello debemos sumar la friolera del billón de euros que se destinarán al próximo presupuesto plurianual.
Afrontar una transformación, como la que precisa nuestra provincia, precisa de tres elementos esenciales: primero, definir claramente qué queremos transformar, en qué sentido y con qué objetivos. Segundo, precisamos imbuirnos en el sentido de la urgencia, de la necesidad, el deseo no es suficiente, pero la consideración que esta transformación es vital si puede ser una buena motivación. Y tercero, la acción: para lograr una transformación efectiva debemos de llevar a cabo una acción planificada.
No consideren baladíes estos requisitos. La historia de la gestión de fondos públicos, tanto en nuestra provincia como en nuestro país, está plagada de programas y proyectos que adolecían de alguno o todos estos elementos. siendo de sobra conocidos sus resultados.
Ante estas consideraciones, cabe preguntarse cuál sería el escenario y actitudes necesarias para sacar el máximo provecho del proceso de recuperación.
Pues bien, la respuesta es sencilla de desarrollar desde el plano teórico pero con un mayor grado de complejidad en su ejecución y puesta en marcha. Dicha dificultad deriva que la necesidad de cambios proviene de dos esferas: la individual y la colectiva. Es de sobra conocido que el comportamiento humano cuando precisa de actitudes colaborativas, entre el ámbito individual y el colectivo, tiende a culpabilizar mutuamente el uno al otro.
Desde la esfera individual, es preciso que cada uno de nosotros aprovechemos la actual coyuntura, aceleradora de cambios, para iniciar una fase de autoconocimiento sobre nuestras capacidades y la necesidad de adquirir otras nuevas o desarrollar aquellas que tenemos ocultas o aletargadas. Cada individuo debe diseñar su propio plan de transformación y actuar.
Percibo, de forma reiterada, que la crítica hacia quien actúa o asume responsabilidades por iniciativa propia o por desempeño de su responsabilidad se ha instaurado de forma generalizada. Pero de forma ineluctable me surge la pregunta ¿Quién propone soluciones, más allá de esgrimir una crítica feroz sobre quién actúa?
Por otra parte, la esfera colectiva va a jugar un papel fundamental. El anterior argumento sobre el exceso de crítica y la inexistencia de propuestas tiene su máximo exponente en nuestro panorama político. En mi opinión, nuestros representantes políticos han confundido su desempeño respecto a estos tiempos tan duros que golpean a nuestra sociedad. No es el momento de hacer política, en la acepción más ideológica del término, es el momento de la gestión. La ciudadanía reclama soluciones derivadas de la gestión de los recursos públicos, de forma eficaz y eficiente, para solventar los múltiples problemas que esta crisis sanitaria y económica nos están dejando como consecuencia.
La función de los Gobiernos, refiriéndome con dicho término también a aquellos que no están en la posesión de la obligación ejecutiva sino también en la oposición cualquiera que sea su porcentaje de representación, es una función facilitadora de establecer unos medios y entorno en pro de un cambio común, siendo para ello fundamental un clima de colaboración que parte desde el plano individual pero que debe ser ejemplarificante desde nuestros responsables políticos. Este necesario escenario facilitador, por supuesto, es extrapolable al resto de agentes sociales y económicos.
Como pueden observar, la transformación necesaria para salir de esta crisis depende en gran medida de todos, pero recuerde no se producirá ningún cambio disruptivo y rápido, como maná caído del cielo, llegado de un macro plan económico elaborado por una administración. El cambio procederá de nuestra actitud individual, que sumada se transformará en colectiva y de una correcta gestión de los fondos públicos con un objetivo facilitador del cambio. Gestionando, construyendo, colaborando, creando y desterrando la crítica gratuita sin argumentos ni contrapropuestas que sólo pueden conducirnos a la polarización, una barrera infranqueable para la transformación vital que precisamos y sobre todo no olvidemos que ese cambio debe de respetar nuestra esencia, debido a que muchos de sus componentes son realmente útiles para la transformación y el logro de nuevos objetivos.