Ramón Pérez Montero

Investidura

Desde mi altura voy a considerar a nuestro Parlamento como un sistema de transformación de la energía política

Ramón Pérez Montero

Como urge la escritura de este artículo, dejo a medio concluir el debate de investidura para la elección del futuro presidente del Gobierno. Mi intención no es la de hacer una crónica ni una valoración de lo escuchado. Cualquier juicio político conllevaría forzosamente a enredarse con los egoísmos de unos o las añagazas de otros. No me siento con capacidad para meterme en ese barro del que los directamente implicados, supuestamente experto en estas lides, tampoco logran salir impolutos.

Quiero distanciarme de sus ecos, de sus reproches, de sus ironías, de sus aplausos y de sus abucheos, por ver si la distancia me ayuda a ver con claridad. Me retiro a la loma de la termodinámica para seguir el espectáculo en lontananza.

La termodinámica es la parte de la ciencia que estudia el comportamiento del calor y de otras formas de energía. Desde mi altura voy a considerar a nuestro Parlamento como un sistema de transformación de la energía política. Dado que la energía en este caso se manifiesta casi en exclusiva por medio de la palabra, equipararé energía con comunicación y, en un sentido más general, con información. La información como forma de energía que alimenta a los sistemas es actualmente un asunto de interés en muchos campos, tanto científicos como filosóficos. Desde mi orilla contemplo, pues, un sistema de procesamiento de información que desarrolla un trabajo y donde buena parte de la energía se disipa en forma de calor. Por calor entiendo los insultos y las voces de aliento, incluso el sudor de sus señorías.

Un concepto clave de la termodinámica es el de entropía. Se define esta como la medida del desorden en el sistema. Así pues, los sistemas altamente entrópicos resultan difíciles de medir, dado que poseen mucha información que se nos oculta. Los sistemas que son fácilmente calibrables suelen ser muy claros y ordenados. Esto desde el punto de vista de quien mide. Desde el interés del propio sistema, uno que procese un exceso de información corre el riesgo de colapso. Piénsese en los agujeros negros. Por contra, otro que gestione escasa información acabará debilitándose hasta morir. Todos estos parecen ser imperativos de la física.

Nuestro Parlamento, durante casi toda nuestra democracia, fue un sistema termodinámico de procesamiento de información con un nivel sorprendentemente aceptable de entropía, ya que el riesgo de desorden estaba limitado por las mayorías y el espíritu negociador demostrado por los diferentes grupos. Este estado dinámico que no amenazaba al sistema, estaba, pues, sustentado sobre lo que se ha llamado bipartidismo. Con esta especie de Demonio de Maxwell, el sistema no sufría en exceso pero se estaba acercando peligrosamente hacia el extremo del máximo equilibrio, la muerte por procesamiento monótono de información.

Ahora las cosas han cambiado. La irrupción de nuevas fuerzas políticas está suministrando un aluvión desacostumbrado de información en el sistema parlamentario. Nuevas ideas, nuevas palabras, nuevas indumentarias y nuevas formas de afecto. El freno entrópico ha saltado, el sistema tiene que hacer frente a la riada de nueva energía, la capacidad de trabajo se multiplica, el calor residual aumenta. El riesgo de colapso es evidente. Rebajar la temperatura del sistema no depende de la voluntad de cada grupo, pues el sistema funciona como un todo y debe encontrar el ritmo adecuado de proceso a nivel general. La termodinámica nos dice que al ser los sistemas autorregulables, esto les permite sobrevivir. Confiemos en ella.

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