EL APUNTE
Instalaciones deportivas
El abandono de los polideportivos ejemplifica la dificultad del Gobierno local para convertir la retórica en hechos
El nuevo gobierno municipal de Cádiz ha pasado su primer mandato y, en cuestión de días, tras la parálisis administrativa del verano, se producirá el inicio real del segundo. Entre aterrizaje, polémicas menores y simbólicas, denuncias de complot mediático-político y falta de presupuesto, las ... medidas brillaron por su ausencia en el periodo 2015-2019. En el que se abre ahora, hasta 2023, la excusa permanente del demonio predecesor que dejó todo patas arriba, que dejó la ciudad hecha un erial, cada vez tendrá menos fuerza. El argumento, que siempre tuvo mucho de falaz, estará inevitablemente manoseado. La gestión ya no podrá ser sustituida por la discusión. De esta forma, con la acción como prioridad y no con la insinuación como refugio, podrá mostrar el equipo de Gobierno cuales son sus prioridades, capacidades y proyectos.
Uno de los muchos pendientes, dentro del limitado campo de acción de una administración municipal, es el estado de las instalaciones deportivas. Cada vez son más numerosas y graves las protestas de usuarios hartos de averías y goteras que llegan a poner en peligro su integridad. A la falta de cuidado de los recintos abiertos se une el retraso en rematar otros como el Francisco Blanca, por no hablar de la frustrada reactivación del proyecto del pabellón Fernando Portillo. El viejo polideportivo derrumbado fue un fiasco administrativo del anterior gobierno municipal del PP que no supo sacarlo adelante y lo dejó paralizado. El nuevo Ayuntamiento, durante cinco años, no ha conseguido avanzar un milímetro en aquella chapuza. Llegó a plantear reducir el proyecto inicial a unas instalaciones deportivas de barrio rematadas por un supermercado común, muy lejos de lo que esperan los potenciales usuarios, una gran decepción para los vecinos.
Nadie cuerdo pretende, como ironizó el alcalde, que ese solar o el resto de polideportivos de Cádiz se conviertan en el «Madison Square Garden» pero de ahí al desperfecto constante, a las goteras, a las averías crónicas y la incomodidad de los deportistas, de ahí a una simple sala deportiva hay muchos grados, muchos pasos, los que separan una gestión eficaz de la ineptitud prolongada en el tiempo. Al final, el pragmatismo debe imponerse al idealismo y convertirse en hechos. El tiempo de las excusas ya se terminó hace mucho.