Adolfo Vigo - OPINIÓN

Inocentes rotatorios

Todo esto está muy bien si no fuera porque entiendo que los alcaldes están para otras cosas y no para ir gastando bromas

Atrás dejamos el día 28 de diciembre, el día en el que se suelen gastar todo tipo de bromas, algunas más afortunadas y otras menos y que, aunque no lo parezca, tiene un marcado carácter religioso, algo que hoy en día parece estar mal visto en este país, ya que lo que se recuerda es la matanza de los niños menores de dos años nacidos en Belén, ordenada por el rey Herodes I el Grande con el fin de deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret.

Por lo visto, los alcaldes de los autodenominados ayuntamientos del cambio se sumaron a dicha festejo, al de las bromas claro. Al religioso ya hubiera sido demasiado obvio que se trataba de una broma al público. Desde el Ayuntamiento de Carmena, se inició la broma de unos presuntos intercambios entre alcaldes. De esta forma, Carmena se iría a Barcelona y Colau se pasaría unos días en Madrid; lo que no sabemos es si visitaría el Palacio Real o asistiría a algún partido del Real Madrid desde el palco oficial del Bernabéu. Por su parte, nuestro alcalde se marcharía a La Coruña, aunque Teresa no tuviera allí ningún mitin, y el alcalde gallego se vendría a pasar unos días a nuestra tierra y comprobar cómo Cádiz si es el final del mundo, geográficamente hablando, claro.

Todo esto está muy bien si no fuera porque entiendo que los alcaldes están para otras cosas y no para ir gastando bromas, y mucho menos en horario de trabajo, ya que la mayoría de los tuits fueron escrito por la mañana mientras que se supone que estos máximos regidores deben de estar ocupados trabajando por sus ciudades y no preocupados en escribir mensajes de 140 caracteres. A lo mejor es que además de conciliar el trabajo con la vida familiar se debe de conciliar con la vida en las redes sociales.

Pero ya puestos, si querían gastar algunas inocentadas no tenían que haberse inventado dichos intercambios, bastaría con que nos hubiesen puesto alguna de las promesas electorales que en su día hicieron en esos mítines donde se prometía ‘el oro y el moro’, como se suele decir por estas tierras.

Podrían haber recordado eso del ayuntamiento de paredes de cristal o la publicación de la agenda del alcalde y los concejales. Podrían haber vuelto a repetir que iban a parar los desahucios, o que se municipalizarían los servicios de limpiezas. O, simplemente, las promesas que desde esas reuniones populares se les hacía a ciertos colectivos de que no se les abandonarían cuando llegaran al Ayuntamiento, y a los que hoy día ni se les coge el teléfono. Y no es que lo diga yo, es que los mismos afectados son los que se califican de inocentes al haber creído sus promesas. Se adelantaron con lo del dios del carnaval, porque eso sí que hubiese sido toda una inocentada, pero al final resultó que no era una broma, sino toda una realidad. Aunque sigo pensando que la mejor inocentada que nos han colado, sin ser 28 de diciembre, ha sido la de contarnos que se ha rebajado en diez millones de euros la deuda del Ayuntamiento en menos de seis meses. Y es que el catalogo de inocentadas lo tienen para unos cuantos años.

En definitiva, una vez más, los inocentes somos los ciudadanos de a pie, esos a los que se les toma como santos inocentes cada vez que hay una campaña electoral y no solo el 28 de diciembre.

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