Un infierno que se coge en Residencia
El infierno son los demás: coger el autobús en hora punta o pillar sitio en La Caleta lo demuestran
![Un infierno que se coge en Residencia](https://s3.abcstatics.com/media/opinion/2019/03/17/v/atasco-autobus-cadiz-U30900248959hFE--1248x698@abc.jpg)
Usted, como yo, sabrá que el infierno existe, y que está más cerca de lo que parece. Los filósofos más importantes, que como los amantes de Tinder se citan pero no se conocen, nos han tratado de convencer de que el infierno son los demás. ... No les falta razón, es algo que se descubre simplemente cogiendo el autobús en hora punta o buscando un sitio donde ponerse en La Caleta en pleno mes de julio. Y cuanta más gente, mas infierno. De hecho, tengo la sospecha de que cuando muramos, quienes hayamos sido concienzudamente perversos, acabaremos en un autobús de la línea 1 un día de Carnaval. Y, como en las pesadillas, nunca llegará, tendrá paradas eternas y estará lleno de padres amorosos con carrito y con los niños ocupando asientos. Lo de siempre, pero para siempre.
Y es que el infierno, igual que algunos renombrados restaurantes, no solo es malo por las instalaciones sino, sobre todo, por la compañía. No hay mayor prueba de que el ser humano es un animal egoísta, que dista bastante poco de las hediondas hienas, que viajar en el mismo autobús que les citaba antes (algo tendré que pagarle a Tranvías por derechos de autor) y escuchar a quien acaba de montarse –quizá en Residencia– vociferar al conductor que no se le ocurra coger a nadie más, que ya no se cabe. Me gusta imaginar a esos pasajeros, que usted habrá sufrido y puede que encarnado, en una patera tratando de tomar tierra, en la onerosa cola de la caridad o en una guerra donde el chivatazo puede ser el salvoconducto para no morir en una cuneta. Los que gritan que nadie más cabe en el autobús quizá sean los mismos que dicen que nadie más cabe en el país. Tampoco se libran quienes se quedan en la parada maldiciendo, insultando o amenazando al conductor. El infierno, casi siempre, se desborda por los márgenes.
Pero los demás también pueden ser paraíso. Esta semana hemos visto a miles de jóvenes en España (en Cádiz, decenas) manifestándose para exigir que se tomen medidas serias contra el cambio climático, para recordar que la verdadera batalla que tiene la humanidad en estas décadas es salvar a Gaia. En esta época en que en todas las trincheras hay un infierno propio y ajeno, evidente e inventado, que sean los que vienen por atrás quienes clamen contra el estercolero en que estamos convirtiendo el planeta es un rayito de sol, de cielo. Quizá en 20 o 30 años, cuando volvamos la vista, el procès, Franco, Faffe y los chalés en Galapagar nos parezcan las mayores nimiedades comparadas con un planeta que, el primo de Rajoy no me dejará mentir, se parecerá cada vez más al 1 en sábado de Carnaval.