La industria de la palabrería

A todos se nos llena la boca cuando ensalzamos la potencia económica del turismo en la provincia de Cádiz. También en la ciudad. Siquiera por falta de alternativas, por la decadencia sostenida del sector industrial y el primario, por la falta de proyectos y patentes, por los retrasos crónicos, apenas queda una fuente de ingresos tan segura y sólida como la del turismo. Los números lo demuestran. Podrá ser un sector que crea empleo precario, mal pagado, incluso temporal pero resulta que es el medio de vida que sostiene más familias en la provincia. Por suerte o por desgracia pero conviene tener presente la verdad para evitar confusiones perniciosas.

Con esa premisa de difícil discusión, resulta ininteligible la actitud del Ayuntamiento de Cádiz. Ayer se coló en la mayor feria turística española, Fitur, y la tercera de Europa (sólo por detrás de Londres y Berlín) sin un proyecto que presentar. Una concejala y el alcalde, el pregonero del Carnaval y alguna autoridad dieron unos discursos o hicieron declaraciones. Arte, sabiduría, historia, encanto, coplas, sol, mar, luz, playa, tesoros, gente, gracia... Palabras. Eso fue todo lo que llevaron, palabras, palabrería, más o menos bonitas, ninguna nueva, cantadas o dichas pero palabras. Mientras, otros ayuntamientos de la provincia, ciudades mucho menos pobladas, presentaban iniciativas concretas, planes trabajados y pensados, que pueden fallar o no pero intentan potenciar una imagen concreta. Fomento del motociclismo como espectáculo, del vino, apuestas gastronómicas, turismo de golf o de congresos, el mundo del atún o del queso, rutas culturales concretas con eventos determinados... Algo, una idea, un proyecto más allá de decir «qué bonita es mi ciudad». Resulta contradictorio defender el turismo como fuente de ingresos y maltratarlo así. Sólo con palabras y piropos.