OPINIÓN
Individualismo
La Real Academia Española define el individualismo como la tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás
La Real Academia Española define el individualismo como la tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás o sin sujetarse a normas generales y, en su segunda acepción, como la tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo ... frente a los de la sociedad y el Estado. Habrá que ir pensando en ampliar el abanico de definiciones, según contexto, habida cuenta que, si algo nos comienza a caracterizar, es la contradicción permanente como individuos y como sociedad. Ahora que el derecho a decidir se ha convertido en una de las proclamas más repetidas en los ambientes autodenominados progresistas, conviene ir desechando la vieja idea de que el liberalismo lleva implícito la defensa de la supremacía de la libertad individual porque, parece obvio, que esa supremacía de la individualidad la han recogido otras tendencias. Un traspaso ideológico que se observa en todos los niveles, desde la esfera pública hasta en los aspectos más cotidianos de la vida. En el ámbito público, y puesto que entramos en un incierto período postelectoral de organización de pactos, tendremos ocasión de analizar en las próximas semanas como se produce el difícil encaje entre el interés del conjunto y los intereses de una parte; y ya veremos como se desarrollan las conversaciones entre el socialismo y el individualismo de las formaciones nacionalistas para las que la democracia va ligada a la decisión de unos cuántos frente a la del conjunto de la ciudadanía del Estado. Pero lo del individualismo del derecho a decidir, instalado en las vanguardias de lo postmoderno, está ahora más que presente en nuestro día a día. Por ejemplo, el derecho individualista proclamado por los defensores de la eutanasia frente al esfuerzo colectivo, y evidentemente muy costoso, de aplicar y desarrollar los cuidados paliativos, actuaciones que, aunque confundidas por muchos, no tienen nada que ver entre sí.
Esa defensa a ultranza de los derechos individuales es motivo de debates, de manifestaciones, de organización de plataformas o de proclamas en cualquier ámbito imaginable. La sanidad no es una excepción en esto del individualista derecho a decidir. Hace unos días, y tras tres días de contracciones en casa sin que avanzara el parto, una orden judicial determinó el traslado al hospital de una señora a la que, finalmente, hubo que practicarle una cesárea. Inmediatamente surgieron las pancartas definiendo la actuación como violencia obstétrica, una nueva forma de violencia de género que impide a la mujer decidir libremente sobre su parto, su cuerpo o su bebé, debiéndose entender a éste último, a juicio de las manifestantes, como una mera extensión animada del endometrio materno. Otro ejemplo de ese individualista derecho a decidir lo estamos viendo con el movimiento antivacunas, en el que se enfrenta ese derecho individual sobre inmunizar o no a los propios hijos frente a las consecuencias en salud pública de la no-vacunación. En este caso, el individualismo lleva al extremo de decidir sobre los efectos perniciosos de patologías, que prácticamente se habían erradicado, en los hijos de los demás. Un individualismo en alza que, inexorablemente, quiere decidir por todos. Y el riesgo es que lo consiga.