Indignante
Al ruido del iluso bienestar acuden en tropel huyendo de guerras, de la miseria, del hambre
Corría la primavera del año 711 cuando Tariq Ibn Ziyad desembarcó con su ejército, según cuentan las crónicas, compuesto por más de 7.000 hombres, casi todos originarios de tribus bereberes, en la Bahía de Algeciras. No eran inmigrantes de la Edad Media, eran simplemente invasores con ambición expansiva de la dinastía Omeya. Siglos después el flujo fue a la inversa. La floreciente Europa vio en África un lugar de expolio fácil de unos recursos naturales que parecían infinitos. Oro, diamantes, maderas, marfil, y lo que es peor esclavitud. Ese trasiego de negrura que sirvió para el engrandecimiento de los criminales países civilizados. Leer “El sueño del Celta”, de Mario Vragas Llosa, nos da una idea de la crueldad con la que actuó en el Congo Leopoldo II Rey de Bélgica, actual país sede de la Unión Europea.
Ahora el flujo es sur norte. Al ruido del iluso bienestar acuden en tropel huyendo de guerras, de la miseria, del hambre. Nadie abandona su tierra sin un motivo de peso.
Los medios de comunicación tienen que ser más precisos en este asunto de las migraciones. Bien es cierto que no acuden por millones, la realidad es que se cuentan por decenas de miles, muchos de ellos menores desamparados. Pero no llegan simplemente a España, la mayoría lo hacen a la provincia de Cádiz, a sus localidades más al sur castigadas históricamente por el paro y el tráfico de drogas, donde las desiguales sociales marcan record con el resto del España, donde muchas de sus gentes “viven con lo puesto”, pero que llevan años volcados socialmente con todo aquel migrante que llega a sus playas. Que no digan que la situación es la misma. Ha habido que improvisar pabellones deportivos a lo largo de la provincia para albergar con carácter urgente a miles de migrantes. No sirven promesas frívolas ni vacuas palabras, hace falta una acción inmediata. Del compromiso se debe pasar a la acción. Las decisiones de comisiones, ministerios, países y estados deben venir acompañadas de dotación económica suficiente para solucionar el problema en su origen. La Unión Europea debe mimar su frontera sur y no tolerar que gobiernos populistas contagien con discursos xenófobos y reaccionarios a una ciudadanía desconcertada.
Aprovechando el oportunismo y al olor de la miseria electoral nuestra joven triada política ha acudido para una sesión fotográfica a ambos lados del Estrecho. A uno de ellos se la ve pletórico, sabiendo que las encuestas le sitúan en una posición privilegiada, impensable hace unos meses. A otro se le ve con cara de preocupación, como sabedor de que ha perdido espacio político y que tiene que recomponer discurso e ideologías. Y al otro se le ve como con cara de cierto asco, como si la mano que estrecha no fuese de su agrado, demasiado negra, demasiado sucia, demasiado mal oliente.
La última encuesta del CIS sitúa a la migración como tercer motivo de preocupación para la ciudadanía. Esperemos que el motivo sea el cómo encontrar una fórmula digna de integración de estas personas que viene a sumar, y no el de añadirse a las corrientes fanáticas que odian al diferente.
Los antepasados de toda la Humanidad vinieron de África, ese “no país” de donde, según dicen las malas lenguas, vienen a invadirnos.
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