Incertidumbre y ralentización

Decía el otro día la ministra en funciones Calviño, que “los ciudadanos españoles necesitan un gobierno que les ponga en el centro de su acción y lleve a cabo una política económica responsable”. Lo que ocurre es que ello me hace reflexionar y me pregunto: ¿Qué hace la ministra en semejante irresponsable gobierno, a cuyo mando hay una persona que, para poder acreditar conocimientos económicos, directamente los plagia? La falta de destreza en las negociaciones políticas durante estos meses de gobierno en funciones, han supuesto un alto grado de inestabilidad, lo que tiene como efecto inmediato, la incertidumbre y la ralentización.

La incertidumbre es contraproducente en la economía de mercado en una democracia liberal. Los inversores huyen de todo lo que no sea controlable. El dinero es miedoso. Correr riesgos innecesarios va contra los cánones de un buen y ordenado comerciante. Frase reiterada en los Códigos mercantiles decimonónicos. La ralentización forzada por la inacción de gobierno y el desconcierto económico, ha supuesto ya la perdida estimada por el Banco de España de 200.000 empleos. Y eso que, con la reforma laboral de 2012, que es la que quiere derogar la izquierda progresista de este país, aún con pequeños niveles de crecimiento del PIB, posibilita que el empleo sigua subiendo. Cosa impensable con el petrificado mercado de trabajo, existente al albur de la anterior legislación laboral. Sí, aquella legislación de corte paternalista, auspiciada y puesta en pie con la Ley de Contrato de Trabajo de 1944, y que en el fondo y en la forma, sus principios y valores han subsistido como auténtica anomalía democrática. Les garantizo que detesto a los dictadores, a Franco por supuesto que también. Ese paternalismo, pretendido por la izquierda reaccionaria y la más rancia progresía, se esfumó solo con la aprobación de la Ley 3/2012 y demás que la complementaron. Sí al anterior gobierno, no le hubiera temblado la mano, incidiendo en la liberalización del mercado de trabajo y hubiese seguido poniendo en marcha una reforma integral y sin período transitorio, del sistema de Seguridad Social, las cosas serían distinta. Pero no, aquí y ahora nos lleva la vida misma, la exhumación del dictador, entre otras cosas, supondrá rememorar esa ley de 1944 y el actual sistema de Seguridad Social, cuyo régimen financiero de reparto se instituyó con la Ley de Bases de 1963. ¿Saben Uds., quien decidía la promulgación de ambas? ¿Saben Uds. quienes pretenden la vuelta a esa espacial Ley paternal y quienes quieren que se petrifique haciendo inviable financieramente el sistema, que a fecha de hoy presenta un déficit de 19.000 millones estimados para 2019? Creo que el momento culminante de retorno, como las almas que trasmigran según Platón, será cuando levanten la loza y su alma revolotee por España, cual águila imperial ibérica, de esas que los ecologistas-comunistas miman, mientras el aire de España huele a naftalina, como las leyes añoradas por la izquierda española.

Quizás, Tocqueville nunca debió ir a EE. UU y debió haberlo hecho a España. Decía que los recortes a la libertad individual y las irrupciones en la vida privada, pueden llevarnos a un Estado paternalista que directamente adocene a sus ciudadanos, que dejan de serlo y pasan a ser directamente súbditos. Sólo hay que ver los programas electores del PSOE, PODEMOS y “MAS PAIS”, para entender ese ímpetu por acrecentar el peso del Estado, a sabiendas que el comunismo colapsó en 1989 y que la socialdemocracia nórdica, paradigma del Estado del bienestar, ha achicado el Estado, desde finales de la década de los noventa, bajando impuesto y gasto público. Porque la frialdad mental nórdica ha llegado, por fin, menos mal, a la convicción, de que el gasto desmesurado y el tamaño irracional del Estado hay que pagarlo. El Estado no paga nada, lo pagan entre todos los que contribuyen.