Yolanda Vallejo

Lo importante

Ni usted ni yo sabemos cómo funciona la mente de un terrorista. En qué momento un «educado y responsable» joven se convierte en un asesino

YOLANDA VALLEJO

Si para algo sirven las hemerotecas es para poner de manifiesto que la memoria es selectiva, y no histórica o democrática, que lo de la mona vestida de seda también sirve para esto. Frente a la fragilidad del recuerdo, el papel lo soporta casi todo, y permanece a pesar de los intentos siempre desesperados por borrar lo que fuimos, lo que pensamos, lo que hicimos en otro tiempo. Basta con volver la vista atrás. Horas después de los atentados de Atocha, en este país solo se hablaba de una cosa –y no hace falta que yo se lo recuerde–. Las comparecencias públicas de los representantes políticos –el dúo Zaplana y Acebes, fundamentalmente– no hacían más que alimentar el odio, la desconfianza, el miedo, y la inseguridad de un país que, a diferencia de otros países, mostraba al mundo su peor cara.

Frente a la barbarie terrorista, no hubo unidad, ni fraternidad ni esas cosas que habríamos aprendido de la Revolución Francesa si los españoles hubiésemos tenido dos dedos de frente, y no el entrecejo fruncido y poblado, herencia carpetovetónica de nuestros antepasados más bizarros. El atentado de Atocha dejó montones de víctimas y un país totalmente dividido. Lo importante no era la amenaza real del peor terrorismo islámico, lo importante no eran las mochilas cargadas de explosivos, lo importante fueron las lenguas cargadas de reproches, el «yo no ha hecho», el «ahora verás», el «’po’ te va a enterá» y esas frases lapidarias con las que en este país se saldan las cuentas habitualmente.

Cuando en noviembre de 2015 toda Europa fue ‘Je suis Paris’, y los parisinos salían de aquel estadio cantando la Marsellesa, y el primer ministro, la alcaldesa y el presidente de la República comparecían bajo el mismo discurso, y París era una fiesta, a una le daban ganas de reconciliarse con el mundo; con Bruselas, con Niza, con Berlín, con Londres, con Estocolmo, con Manchester… Y de pronto, Barcelona.

Y otra vez la cepa hispánica. El ‘celtiberia show’ en estado puro. Lo que mejor sabemos hacer los españoles –y los catalanes también, al parecer, que para eso venimos del mismo sitio–, es escupirnos a la cara.

Que si el Rey, que si los Mossos, que si las fotos informan, que si no se pueden publicar las imágenes, que si hieren nuestra más que sensible sensibilidad, que si los bolardos –desde los atentados de Barcelona, todos somos expertos, además, en bolardismo–, que si la relajación en seguridad, que si los presupuestos, que si el imán, que si el cura, que si la alcaldesa, que si sus lágrimas, que si sus risas, que si el catalán, que si el español, que si la integración, que si la tolerancia, que si la islamofobia –desde los atentados de Barcelona, todos somos expertos, además, en islamismo– que si el procés, que si el presidente de la Generalitat, que si no voy a la manifestación, que si va este yo no aparezco, que si no me han invitado expresamente a la marcha del dolor, que si tú encabezas la manifestación, que si la encabeza «la ciudadanía», que si el oportunismo de la Casa Real visitando los hospitales… Bueno, pues molt bé, pues adiós, que diría Trapero.

Porque, como usted comprenderá, el mundo es mucho más ancho y ajeno de lo que usted y yo creemos. A las 34 nacionalidades –incluyendo la española– víctimas de la sinrazón, les debe importar bien poco si les hablan en catalán, en castellano o en morse. Tampoco les debe importar demasiado si el mérito se lo llevan los Mossos d’Esquadra, o la Guardia Civil, o la Policía Nacional. Ni seguramente les debe importar quién lleva la pancarta en la manifestación, ni siquiera les importa que usted haya gritado «no tinc por», ni que esté ahora mismo muerto de miedo. Y por supuesto, tampoco creo que les importara mucho si Ada Colau recorrió sola, y llorando, las Ramblas barcelonesas muy al estilo Milanés –yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada– y así.

Lo importante, lo verdaderamente importante, es que 15 personas han perdido la vida y más de un centenar han resultado heridas física y moralmente. Eso es lo que importa. Lo importante es que existe una amenaza real –más allá del siniestro mensaje de El Cordobés, el califato y el fin de los tiempos– y que los límites de nuestro mundo se han desdibujado y hay que volver a trazar los linderos en un terreno que no conocemos. No hay bolardos que nos protejan del fanatismo, de la ignorancia ni de la barbarie. Da igual donde nos escondamos, porque siempre darán con nosotros. Y más vale que lo asumamos pronto.

Ni usted ni yo sabemos cómo funciona la mente de un terrorista. En qué momento un «educado y responsable» joven se convierte en un asesino. Justo en la puerta de al lado. Sin levantar sospechas, sin levantar la voz. No sabemos quiénes son, ni dónde están. Eso es lo realmente importante. Lo realmente preocupante.

Mientras, podemos seguir jugando a buscar culpables y poniendo etiquetas. Las hemerotecas se encargarán del resto. Yo también me he leído ‘El cuento de la criada’, y créame, acaba fatal.

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