Opinión

La importancia de agradecer

Necesitamos una sociedad reformista, pero que agradezca y comprenda su pasado, que busque mejorar, no arrasar

Actos del Día de la Constitución en Cádiz. Antonio Vázquez

Dicen que la sociedad de hoy ha perdido el rumbo; que los valores esenciales que habían regido el mundo, han desaparecido y que han sido sustituidos por otros más cuestionables y difusos. Quizás sí o quizás no. Hemos avanzado como sociedad en muchas cuestiones, pero ... en otras, indudablemente, estamos retrocediendo.

En concreto, hay un hecho que brilla cada vez más por su ausencia: decir la palabra «gracias». Hemos olvidado eso de «es de bien nacidos, ser agradecidos».

Lo pasamos por alto, frecuentemente, en diferentes situaciones cotidianas: con nuestros padres, pareja, amigos, con quien hace un trabajo o servicio para nosotros, aunque haya cobrado por él.

Pero nuestra sociedad se ha convertido en «desagradecida», también, en escalas menos tangibles. Escalas que tienen que ver con la compresión de nuestra historia, con el legado que otros han dejado para que hoy podamos disfrutar de derechos, libertades y cuestiones que en el pasado eran impensables. Agradecer no significa no criticar. Tampoco consiste en no proponer mejoras sobre algo que se hizo en el pasado y que, analizado a posteriori, podría haberse llevado a cabo de otra manera. Agradecer es entender las circunstancias en las que algo se desarrolló, en ocasiones con enormes dificultades, y saber los beneficios que, a pesar de todo, hemos extraído de ellas.

El pasado 6 de Diciembre celebrábamos el 41 aniversario de la Constitución de 1978. Una carta magna que ha traído los años de mayor prosperidad económica y social a España, pero que, sin embargo, cada vez se ve más acosada con ataques que proceden tanto del flanco izquierdo como del derecho. Ataques que, conforme las generaciones van avanzando, se hacen cada vez más intensos. Ataques que, a veces, manifiestan la profunda incultura de quien los lanza. Y es que, tachar este consenso constitucional como algo caduco y obsoleto, como una mera extensión del régimen anterior es, sencillamente, carecer del más mínimo conocimiento de la historia de nuestro país y del proceso que forjó esos acuerdos.

No reconocer lo que los actores implicados en la Transición lograron, es, efectivamente, ser desagradecidos con nuestro pasado y con quienes nos precedieron. Especialmente con figuras como la de Adolfo Suárez, referente necesario e imprescindible para todos aquellos que dicen interesarse por la política.

Porque quien no conoce su historia nunca podrá avanzar. Quien no agradece ni valora lo existente, suele destruirlo. Ocurre en todos los ámbitos de la vida. Y destruir por completo significa tener que construir de nuevo y posiblemente empeorar lo que había. Es mejor edificar sobre lo existente cuando tiene buenos cimientos y España los tiene.

Necesitamos una sociedad reformista, pero que agradezca y comprenda su pasado, que busque mejorar, no arrasar. Aprendiendo a valorar el legado de quienes elaboraron la Constitución, posiblemente, evitaríamos esta situación de hostilidad nacional en la que ahora nos encontramos.

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