Adolfo Vigo del Pino - ARTÍCULO

Imaginar no es posible

Todo el mal que habían hecho era salir un viernes por la noche a tomar una copa, cenar o, simplemente, ir a un concierto de música

ADOLFO VIGO DEL PINO

Todo el mal que habían hecho era salir un viernes por la noche a tomar una copa, cenar o, simplemente, ir a un concierto de música. Ninguno de ellos había ordenado el bombardeo de ninguna región, ninguno había apretado un botón que dejara caer una bomba sobre los amigos de aquellos asesinos. Ninguno había hecho nada, salvo salir a divertirse después de una semana de trabajo. Pero la ira de una religión mal entendida por algunos los puso en el objetivo de sus metralletas, en la onda expansiva de sus cinturones explosivos, en definitiva, en el punto de mira de una muerte descabellada, irracional y, sobretodo, carente de todo sentido.

A la hora de escribir esta columna de opinión la dura y cruda realidad llama a la puerta de los sentidos para mostrarnos el sinsentido de una guerra santa. Podría escribir de la política local, de cómo las asociaciones de vecinos de Cádiz se sienten estafadas por el Ayuntamiento, de cómo un alcalde en conciliación laboral forma parte de una manifestación junto con su hijo menor. Podría dedicarle estas líneas a la incongruencia que supone que un militar, pero no uno cualquiera, sino aquel que ocupó el puesto de Jefe del Estado Mayor apoye a aquellos que presuntamente no condenan los atentados terroristas en nuestro país. Incluso podría dedicarlo a explicarle a algún cleriguillo los requisitos necesarios en este país para ser considerado letrado de los Tribunales de Justicia.

Pero es imposible abstraerse a la barbarie, a la muerte de inocentes en el seno de la vieja Europa. Asesinatos que son iguales a los que cometen esta banda terrorista en otras partes del mundo más alejadas, pero que nos impactan menos que estos. Y la razón de que lo del viernes nos afecte tanto es porque nos lo están haciendo dentro de casa, nos están atentando en el recinto que entendíamos que era infranqueable, al igual que les paso a los norteamericanos cuando les hicieron caer las torres gemelas.

Y ante todo esto, el pueblo francés, con sus representantes a la cabeza, se unen y forman una piña para demostrarles a estos fanáticos porque son la cuna de la democracia actual, porque en Francia se pusieron los pilares de una sociedad moderna que se enorgullece de tres palabras ‘Libertad, igualdad y fraternidad’. Y sin que nadie los tache de fachas se sienten orgullosos de cantar su himno.

Y mientras tanto, ¿qué ocurre en España? Pues en nuestro país para no perder la costumbre nos volvemos a liar a la gresca entre los que ven correcta la postura del Gobierno francés de bombardear las posiciones yihadistas y los que pretenden arreglar el conflicto mediante el diálogo. A estas alturas del conflicto salen los de siempre, Pablo Iglesias que pide formar un Consejo de Paz para hacerles ver a estos asesinos que el camino no es el de las armas, y Carmena que propone sentarse a hablar con ellos. A veces siento que algunos políticos españoles viven en los mundos imaginarios, o que se han tomado a pecho la canción de John Lennon, e imaginan la posibilidad de un mundo sin guerras y sin fronteras.

Aquí parece que los que quieren la protección de los ciudadanos españoles son unos bichos raros con intereses opresores hacia los extranjeros, cuando me da la sensación de que alguno de estos dialogantes lo que tienen son intereses económicos en que Irán no les corte el grifo de las subvenciones a su canal de televisión.

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