‘Se viene’ campaña electoral
Las dos semanas de campaña electoral sacan lo peor de los políticos y la política. Todo vale, la mentira, la falta de respeto, el insulto... "es que estábamos en campaña", se justifican después
A finales de noviembre de 2018, en plena campaña electoral andaluza, Juan Marín estaba que trinaba con Juanma Moreno. «Me ha llamado perro, y eso no se lo puedo dejar pasar». Pronunció la frase en un café previo a un encuentro que LA VOZ organizó ... en el Parador de Cádiz, con Inés Arrimadas y él como protagonistas. Recuerdo perfectamente su cara en aquel momento, una mezcla de incredulidad, enfado y tristeza. Su relación con el que pocos días después sería presidente de la Junta era muy buena, muy cordial, y Marín no acababa de entender que públicamente le acusara de pasar «de perro de compañía a perro de presa con vistas a las elecciones andaluzas». Aquello acabaron arreglándolo en privado y desde que comenzó su gobierno de coalición hasta ahora su relación ha sido excelente. Durante los casi cuatro años de mandato conjunto en Andalucía, PP y Ciudadanos han dado toda una lección de trabajo en equipo, de coordinación, de respeto, de eficiencia y educación. El tiempo y los hechos han demostrado que su relación, tanto en lo personal como en lo político, es magnífica. Lo cual, por cierto, ha redundado en beneficio de todos los andaluces. Aquello fue un borrón –el único que se sepa– entre ambos, provocado por el delirio ante las inminentes elecciones. Provocado por la propia campaña electoral.
Me venía este recuerdo a la memoria porque si el presidente de la Junta ha terminado ya su reflexión y sus consultas a las personas que ha considerado oportunas, esta misma semana o la próxima a más tardar, va a anunciar la fecha de las elecciones. Y todo parece indicar que van a ser antes del verano. Con lo cual, se nos viene encima ya mismo una nueva campaña electoral. En mi opinión, esas dos semanas previas a cualquier paso por las urnas –ya sea en elecciones autonómicas, municipales o generales–, simbolizan lo peor de la política. Sacan la cara más nefasta de cada político. Entramos en una fase en la que todo vale. Mentiras, insultos, desprecios, violencia verbal, acusaciones de todo tipo con tal de minar las posibles fortalezas del rival o de, directamente, engañar a los votantes. Obviamente, unos lo hacen con mayor facilidad que otros y sin duda, se lleva la palma el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Ya saben, del «no dormiría tranquilo si gobernase con Podemos», al «Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo cinco veces o 20» y tantas y tantas mentiras y contradicciones. Pero no es el único. Aquí en Cádiz tenemos un ejemplo palmario. Si se entretiene usted en leer el programa electoral que elaboró el actual alcalde en 2015 –no empleará usted mucho tiempo, ya se lo digo, son sólo unos cuantos folios mal redactados– comprobará que del dicho al hecho hay un trecho abismal.
Pero por lo visto no pasa nada. Luego argumentan aquello de que «estábamos en campaña», como si fuera patente de corso para hacer y decir lo que les venga en gana. Hemos llegado a escuchar, por boca de una ministra, ‘análisis’ tan patéticos como que no es lo mismo «el Pedro Sánchez candidato que el Pedro Sánchez presidente» para justificar lo injustificable. Y la hastiada sociedad de este país parece permitirlo todo. Es más, a veces pareciera que premia este tipo de comportamientos, votando como vota con las tripas más que con la cabeza. Preparémonos los andaluces, que se nos viene campaña electoral. Preparémonos para oír todo tipo de mentiras, falsas promesas, descalificaciones e insultos. No hay dato científico o demoscópico que concluya con exactitud cómo y cuánto influyen en el voto final de cada uno de nosotros las dos semanas de campaña previas a unas elecciones. Pero por el comportamiento de los protagonistas de esta película –en eso sí coinciden todos ellos– parece que mucho. Yo de verdad se lo digo, directamente las eliminaba. Si en cuatro años de gobierno o de oposición cualquier político no ha sido capaz de demostrar su valía, su utilidad para la sociedad, su vocación de servicio público, resulta ridículo que trate de hacerlo en 14 días a base de gritos y palabrería barata.