Soltar correa
El sábado de Carnaval en Cádiz supone un verdadero dilema para los padres de adolescentes
La mayor de mis herederas va ya para los 15. Este mismo año los cumple. Qué edad más mala. Para los padres, claro. Para ella es estupenda. Adolescencia pura. Todo lo vive con una intensidad supina. Las alegrías, las penas, los enfados, los estudios... En ... casa, lo normal. Alguna que otra contestación fuera de lugar. El orden no es lo suyo. En realidad –toco madera– poco más. Nada excesivamente preocupante. Las notas, mejores que las de su padre. En fin, que parece que fue ayer y todo eso, pero la niña ya no es tan niña. Y este año, a modo de reto, ha dejado caer en casa que piensa salir el sábado de Carnaval. Así, de sopetón. Como un hecho consumado ante el que no cabe discusión. Sus amigas y ella ya tienen el disfraz. De rockeras, creo. En fin. Sábado de Carnaval en Cádiz. Menudo dilema para cualquier progenitor. Porque antes que progenitores también fuimos adolescentes. Y sabemos lo que hay. Muchas cosas que nos gustaban para nosotros. Pocas que nos gusten para nuestros hijos. Supongo que llega el momento de aceptar que hay que soltar más cuerda. Que aquellos carnavales en los que la llevábamos con nosotros disfrazada con una mochila y un bocadillo a la Plaza a ver los coros ya han pasado. Así que habrá que negociar. La hora de vuelta, digo. O llegado el caso, imponerla. Pero asumir que este año ya toca. Y como somos una familia clásica de corte fascista, a servidor le tocará ejercer el rol de macho ibérico e ir a recogerla al punto acordado a la hora acordada, mientras su madre, la hembra de nuestro particular heteropatriarcado, esperará en el balcón ataviada con una manta por encima de los hombros.
Por cierto que, afortunadamente, nuestros miedos que llevamos tratando de apaciguar desde hace semanas se han visto completamente disipados gracias a nuestro excelentísimo Ayuntamiento y a su campaña ‘No es no’ presentada el pasado miércoles. No sé qué protocolo de actuación que entregarán a no sé qué colectivos para que sepan cómo actuar si ven a alguien pasado de rosca piropeando o molestando a una chica. Incluso contando chistes dice. Está muy bien. No sirve para nada. Quizá para que el podemismo ilustrado se siga colgando medallitas de buenismo o de su supuesta superioridad moral. La que ellos mismos se arrogan. Pero a mí, como hombre chapado a la antigua, me sigue dando más tranquilidad que aumente el número de policías en la calle. Qué quieren que les diga.
Ay, ‘mardito’ Carnaval. Con lo bien que lo hemos pasado. Ahora me las devuelves todas juntas en forma de miedo paterno. Aguantaremos el tirón. Veremos el pregón de David Palomar por la tele y a recoger a la niña. Por cierto, ¿hasta qué hora hay que dejarla? Qué dilema Dios Momo de mi alma.