Sobre su conciencia
Cuando Sánchez se retire y sea un jarrón chino como Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy, sabrá -si aún le queda u poco de moral- que su incapacidad de gestión en esta crisis sanitaria ha costado muchas vidas
A estas alturas de la película, ni tan siquiera el encargado de pasarlas a limpio se cree las cifras que hace públicas a diario el Ministerio de Sanidad sobre el número de infectados y fallecidos a causa del coronavirus. En realidad, él menos que nadie, ... pues sabrá de primera mano lo que se cuece y el enjuague diario al que se someten los números. Oficialmente nos aproximamos a los 30.000 muertos, aunque por desgracia todos sabemos que son bastantes más, ya que muchos de ellos nos dejaron sin ni siquiera haber sido sometidos a una prueba para detectarlo. Por no saber, no sabemos si esas pruebas son fiables o no. Lo que sí sabemos es que la realidad es tozuda y hay números imposibles de ocultar, por más que se empeñen. Guarismos que dicen que España es el país en el que más profesionales sanitarios se han infectado. Que somos uno de los países con más muertos por número de habitantes. Que durante los días más duros de la pandemia no disponíamos de test, de mascarillas ni de respiradores suficientes. Que faltaban camas y personal para atender a todos los enfermos. La suma de todos estos números, aunque no nos arroje una cifra exacta, si nos da una idea bastante aproximada de quehemos sido –estamos siendo– uno de los territorios más castigados por el Covid 19. Y siendo cierto, que lo es, que toda esta pesadilla nos cogió a todos –médicos, ciudadanos, políticos– absolutamente por sorpresa a lo largo y ancho de todo el globo terraqueo, no lo es menos que nuestra capacidad de reacción, la de nuestro gobierno, ha sido probablemente la más mediocre de, como mínimo, el continente europeo.
Por eso sorprende que nuestro presidente aproveche cada una de sus infinitas apariciones televisivas en horarios de máxima audiencia para sacar pecho sobre su gestión de esta desgraciada situación. Pedro Sánchez ha demostrado ser ya el peor presidente de la historia de la democracia española. Conviene decirlo ahora y no dentro de dos o tres años, cuando la perspectiva del tiempo corrobore sin lugar a dudas lo que ya es una evidencia. Independientemente de su forma de entender la política, de sus pactos con la extrema izquierda, con partidos proetarras o independentistas catalanes. Si nos ceñimos simplemente a su labor como coordinador, como líder último, de técnicos especializados en virología, la historia se encargará de juzgarle. Algún día Sánchez dejará el poder, pasará a un segundo plano. Se convertirá en un jarrón chino como Felipe González, Aznar, Zapatero o Rajoy. Y a buen seguro, cuando analice la situación, pensará que gestionó todo esto de forma brillante. Que salvó vidas. Es humano tender a justificarse a uno mismo. Pero si le queda un ápice de inteligencia, de integridad, de ética o de moral, sabrá que su incapacidad realmente se tradujo en muchas muertes. Que simplemente habiendo puesto el foco en las residencias de mayores en el momento en que la OMS declaró la emergencia internacional –el 31 de enero– la cifra de fallecidos sería infinitamente menor. En situaciones dramáticas como esta no basta con poner rictus serio y forzado. No es prioritario mantener controlados a tus socios de gobierno. No es suficiente promulgar el buenismo y la no confrontación. Hay que gestionar, tomar decisiones, analizar los hechos y tratar de adelantarte a los acontecimientos. Y Sánchez no lo hizo. No fue su prioridad atajar el virus. Y cuando lo hizo ya era tarde. Sobre su conciencia quedará. Si es que le queda.
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