Seres superiores
Los dirigentes del Ayuntamiento de Cádiz han perdido el contacto con la realidad; se dedican a predicar sobre moralidad, su moralidad, en lugar de a gobernar la ciudad, cayendo en continuas contradicciones
El Ayuntamiento de Cádiz ha decidido esta semana unificar las delegaciones de Cultura y Fiestas en una sola concejalía. Algo que no sería en absoluto extraño de no ser por los ridículos argumentos esgrimidos por la concejal Lola Cazalilla para justificar tal decisión. Al margen ... de buscar «una mayor operatividad técnica y organizativa» –hasta aquí la parte razonable– afirma que también pretenden acabar «con la diferenciación clasista entre lo que se ha considerado cultura con mayúsculas y fiestas populares». Una nueva muestra, la enésima, de que su aspiración no es gestionar Cádiz, que es para lo que se les votó. Ellos están llamados a alcanzar más altas cotas. Su auténtica misión es convertirse en nuestros guías, nuestros gurús, nuestros referentes morales. Los que deciden lo que está bien y lo que está mal. El catequista que llevan dentro. Ahora ser culto, o aspirar a serlo, por lo visto es clasista. Ocurre que luego vienen las contradicciones. ¿Es el cine cultura con mayúsculas? ¿Y los Premios Goya su máxima expresión en España? Pues por allí se dejó ver en su día el alcalde paseándose por la alfombra roja con esmoquin y pajarita. Como contradictorio es su discurso de los ocho años en política como máximo –porque él viene a servir y no a servirse y demás tópicos– para ahora anunciar alegremente que piensa continuar. O cuando, a principios de mayo, nos ‘riñó’ a todos los gaditanos por salir a pasear por la playa tras casi dos meses de confinamiento mientras esta semana, con miles de contagios y cientos de fallecidos más, él charla animadamente en una terraza con más de diez acompañantes y sin mascarilla. Una imagen que no necesita explicación. Y además, cuando se hace pública, no sólo trata como siempre de ‘matar’ al mensajero –en este caso LA VOZ DE CÁDIZ– sino que es incapaz de reconocer el error y pedir perdón públicamente. Aún peor, trata de justificar lo injustificable alegando que los compañeros de trabajo son «convivientes». ¿En qué mundo vive? Tonto no es, así que se lo hace. Y nos toma por tales a los demás. ¿Convivientes? ¿Los compañeros de trabajo? Es simplemente una burla. Más aún cuando los plenos municipales siguen celebrándose telemáticamente. Que le pregunte a los hosteleros de Cádiz a los que tanto dice defender cuánto dinero han perdido este año precisamente porque no se han podido celebrar comidas de empresa.
El problema es que el alcalde y sus concejales empiezan a dar peligrosas muestras de haber perdido justo aquello de lo que hacían bandera: el contacto con la calle. En su ignorancia, se sienten superiores. Se han instalado en una especie de atalaya desde la que lanzan proclamas sobre el bien y el mal. Cultura con mayúsculas, mal. Fiestas populares, bien. Arnaldo Otegi, bien. Felipe VI, mal. Izquierda Anticapitalista, bien. El resto del mundo, incluido Podemos, mal. Okupas, bien. Propiedad privada, mal. Doctrina, dogma, ideología, proclamas... demagogia y populismo. De todo eso saben un rato. Pero mientras tanto, Cádiz sin barrer. Que es para lo que, se supone, están ahí.