Ruido externo

La intensísima actualidad nacional e internacional nos distrae de lo que ocurre aquí mismo, a nuestro alrededor, y es que el 'imperio' de Kichi se derrumba

Martín Vila y Kichi, durante una asamblea celebrada a principios del primer mandato.

Sin respiro. La actualidad informativa nacional e internacional se desarrolla de forma tan vertiginosa que no hay tiempo para el análisis ni para detenernos en menudencias. Hace apenas tres semanas lo único que nos importaba era si el PP pactaría con Vox en Castilla y ... León. ¿Se acuerda? Preocupadísimos estábamos con ese asunto, con un ojo en Soria y otro en Palencia, cuando nuestra vida dio un vuelco a cuenta de la guerra desatada en el seno de los populares de Madrid y por ende, de toda España. Con la incógnita aún sin resolver de si Fernández Mañueco y el Abascal castellano–leonés se darán el abrazo del oso, nos metimos de lleno a averiguar si el hermano de Ayuso es un mangante o un honrado comisionista, si la presidenta madrileña le encubría o si realmente su honor ha sido mancillado. Ni siquiera hemos decidido aún si Pablo Casado nos provoca pena o rechazo cuando la guerra de las guerras –esta vez sí una de verdad– nos ha metido el miedo en el cuerpo. Literalmente. A todo el mundo. La humanidad entera pendiente de un solo hombre, Vladimir Putin, y su botón rojo nuclear. Con la Base de Rota aquí mismo. Imposible abstraerse.

Castilla. Madrid. Ucrania. ¿Y de lo nuestro qué hay? Porque mientras PP y Vox se arreglan, que se arreglarán por la cuenta que les trae, mientras Feijóo se asienta y mientras rezamos porque impere la cordura en Rusia, aquí en Cádiz, están pasando cosas no menores. Cosas que sí marcarán nuestro futuro como gaditanos los próximos años. Para bien o para mal. Según lo en serio que nos lo tomemos. Que normalmente es poco en una capital, la gaditana, que lleva años abotargada. Su alcalde está llevando a cabo la que es, sin duda, la peor gestión de la ciudad de las últimas décadas. Incluyendo a algunos primeros ediles de la época franquista a los que tanto odia pero que al menos dejaron un legado en forma de puente, estadio, desarrollo urbanístico... Y desde luego a años luz de sus dos predecesores, Carlos Díaz y Teófila Martínez. A saber, en lo que nos distraíamos con toda esta loca actualidad, hemos vivido el Carnaval más surrealista de la historia, proyectando una vez más una imagen ridícula de la gestión de la ciudad. Pese al boicot del Ayuntamiento, los gaditanos se han lanzado a la calle a vivir su fiesta como han podido, dándole una enorme bofetada sin manos y desmontando su discurso buenista de la salud en el centro y demás sandeces sin base médica alguna. En junio, por su capricho e incompetencia, tendremos otro Carnaval. Y antes, un concurso del Falla que pasará sin pena ni gloria en fechas más propias de ferias y romerías que de disfraces de osos polares. Y al margen de lo carnavalesco han ocurrido otros hechos realmente graves, empezando por el asalto a su casa por parte de dos indigentes que exigían, a base de gritos y golpes, los ‘derechos’ que una vez les dijeron que tendrían. Por lo que se ve, a esos dos en concreto no les resulta suficiente que se haga la vista gorda de forma vergonzante y la ciudad esté completamente ‘tomada’ por tiendas de campaña, monumentos como las Puertas de Tierra incluidos. Y los problemas no se limitan sólo a su casa de La Viña. Afectan además a la de todos los gaditanos, a la de San Juan de Dios. Los interinos del Ayuntamiento también gritan. Ellos para exigir que acabe el abuso de la temporalidad al que son sometidos. Hasta la misma puerta de la alcaldía se colaron el viernes. Y a los policías locales y a los limpiadores municipales, con los que está enfrentado desde hace años, les ha prometido soluciones simplemente para ganar tiempo y aplacar los ánimos durante los diez días de Carnaval. A ver qué ocurre a partir de esta misma semana. Haga usted sus apuestas. Y como remate de estos últimos días, sus propios socios de Gobierno le acusan de lo que ya sabían, pero no decían por interés electoral: falta de diálogo, ninguneo, prepotencia. A todo esto únale los problemas habituales y crónicos de la ciudad, como la falta de mantenimiento, la ausencia de proyectos, el vetusto transporte público... Hay mucho ruido externo. Ruido que distrae, ocupa y preocupa. Pero que no ocultará finalmente lo que es una evidencia desde hace demasiado tiempo: el ‘imperio’ de Kichi se derrumba.

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