El relato de la ultraizquierda
Ya es hora de combatir la idea de que la extrema izquierda es admirable y la extrema derecha fascista
Para todo en la vida hay una primera vez. Y hoy, por primera vez en todos los años de nuestra existencia vital, usted y yo estaremos pendientes de los resultados de las elecciones en Castilla-León. Sabremos cuantos diputados obtiene el PP por Soria –¿o ... allí son parlamentarios también?–, si en Burgos logra rascar algo el PSOE o si en Palencia crece tanto VOX como están diciendo. ¿Y en Salamanca? ¿Qué me dicen de Salamanca? ¿Logrará Podemos conquistar algún escaño en la ciudad universitaria por excelencia? Ya saben aquello de «lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta», y por muy salmantinos que sean, a buen seguro que algún berzotas caerá en las garras del populismo barato e introducirá en la urna un sobre con su papeleta. El caso es que esta noche sabremos los resultados de las elecciones castellano–leonesas y casi probablemente nos quedaremos más o menos como estamos. Es decir, sin saber quién va a gobernar y con el apoyo de qué partido. Pero sí es cierto, y de ahí el interés suyo y mío, que podremos hacernos una idea aproximada de por dónde van los tiros a nivel nacional. De si dos años de mentiras y pactos con el diablo empiezan a pasar factura a Pedro Sánchez. O de si Yolanda Díaz y Podemos siguen deshaciéndose como un azucarillo por más que griten y traten de dar golpes de efecto que buscan más un titular que una política realmente útil para los ciudadanos. Sabremos también si el liderazgo de Pablo Casado es tan débil como lo pintan –y como tiene toda la pinta– y si Vox está tan fuerte como también algunos tratan de hacernos creer.
A priori, la radiografía de la situación es más o menos esta: Gana el PP pero sin mayoría suficiente para gobernar. Queda en manos de Vox. Bien con un apoyo de investidura, bien entrando en el Gobierno. En ambos escenarios, el PSOE se frota las suyas –sus manos, digo– con un discurso preparado en el que repetirán hasta la saciedad tres palabros: ultraderecha, fascismo y fachas. No deja de ser ridículo que el Partido Socialista Obrero Español, que gobierna tras pactar con independentistas catalanes, vascos, proetarras y ultraizquierda, reproche nada a nadie. Pero ese es el nivelito de la política en estos últimos años. La única que ha tenido narices de decir alto y claro que si hay que pactar con Vox se pacta, es Isabel Díaz Ayuso. Es lo que hay. ¿Por qué puñetas es lícito pactar con Podemos y un crimen irreparable hacerlo con Vox? Los extremismos no son buenos en ningún orden de la vida. Desde luego no en política, donde la prosperidad de cualquier país habitualmente ha llegado de la mano de la moderación y el sentido común. Pero ya está bien de comprar el discurso de que la extrema izquierda es admirable y la extrema derecha es fascista. En primer lugar porque Podemos y sus miles de ramificaciones de ultraizquierda son sinónimo de populismo, ineficiencia en la gestión, ruina económica y pérdida de valores. Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Irene Montero... nada han aportado a nuestro progreso, calidad de vida o mejoras sociales, por mucho que lo repitan y se lo arroguen. En cuanto a Vox, sus principios, ideas y propuestas nada tienen que ver con el término fascismo, como se entiende históricamente.Los de Abascal, efectivamente, tienen mucho también de populismo y de política hecha con las tripas, pero no es un partido ni racista, ni machista ni homófobo. A veces puede parecerlo, pero no lo es. Está por ver que sus dirigentes sepan gestionar la economía o cualquier otro ámbito de la política, son provocadores, chulescos en muchos casos, arrogantes y bravucones.Pero de ahí a cómo se les quiere pintar dista un mundo.
Insisto. Personalmente no me gustan los extremos. Siempre he defendido la libertad de que cada cual tenga sus ideas políticas sean del color que sean. Pero desde la moderación, desde el respeto, desde el sentido común. Nunca desde los extremos. A este nuestro país cuando mejor le ha ido es cuando ha habido alternancia derecha–izquierda. No pierdo la esperanza de que a medio plazo volvamos a esa senda. De momento toca bregar con extremistas de uno y otro lado. Pero llamemos al pan pan, y al vino vino. Ya está bien de relatos sesgados y pueriles.