Políticos tóxicos
Cualquier psicólogo de toda la vida, o cualquier 'coach' moderno, le dirá que las personas tóxicas, cuanto más lejos, mejor; pues en política igual y hoy tenemos la oportunidad de desactivar al menos a dos de ellas
Haga la prueba. Pregúntele a uno. Al que quiera, los hay a montones. Antes eran psicólogos, de toda la vida. Ahora son 'coachs'. Anglicismos. Igual que antes eran barberías y peluquerías –con su poste a rayas rojas, blancas y azules– y ahora son 'Barber-shops'. ... Y 'Coffee-shops'. O 'Gastrobares'. Con lo bonita que es una Venta, con mayúscula. Con nombre propio o con nombre típico. Venta El Soldao. Venta El Toro. Venta Melchor. Venta Antonio. Venta Esteban. Lo bien que se come allí. Y las peluquerías: Juan, Pepe, Toñi, Pepi peluqueros... En fin, ahora todo son anglicismos, que es la última moda. 'Coachs'. Bueno, pues 'coachs'.
El caso es que si le pregunta usted a uno de ellos, se lo va a decir del tirón: las personas tóxicas, cuanto más lejos, mejor. Aléjelas de su vida y comprobará al instante cómo su felicidad aumenta. Cómo deja de arderle el estómago. Cómo sus conversaciones ya no giran en torno a esa persona y todo fluye mucho más. Ejemplos de individuos tóxicos los tiene usted a porrillo. En su trabajo, en su familia... en su entorno más cercano. Y en el no tan cercano, aunque sí cotidiano. Hay algunos políticos/as que nos harían un favor a todos si se retiraran de la vida pública y, por ende, de nuestras vidas.
Teresa Rodríguez, por ejemplo. Macarena Olona, para qué les cuento. Adriana Lastra, vaya tela. Santiago Abascal, Irene Montero, Echenique, Ortega Smith... Algunos están ya en segunda fila, afortunadamente, como Cayetana Álvarez de Toledo o Pablo Iglesias, aunque siguen pululando por ahí. Todos tan distintos en sus ideas y tan parecidos en sus formas. Ese porte entre altivo y condescendiente, casi agresivo, que transmiten muchos de ellos. Reza uno por no cruzárselos por la calle, no sea que te fulminen con la mirada. Imagínese usted preguntándole a Teresa por qué reniega de su apellido compuesto, con lo bien que suena Rodríguez-Rubio. O a Macarena por los recuerdos de su infancia y juventud en Andalucía, la tierra que pretende presidir algún día y que, por más que se empeñe, apenas conoce. Susto. Grande. O a Pablo Iglesias cuánto tuvo que pagar de plusvalía cuando vendió su pisito de Vallecas para irse al chaletazo. Piense en qué le diría la tal Adriana Lastra si se le ocurre a usted reprocharle que amenace con disturbios en las calles si no ganan los suyos. Lo mismo le manda a sus 'muchachos' y le dan a usted una paliza en un callejón. Y si me dijeran que, pese a su carácter avinagrado, son grandes gestores, pues se les podría dejar pasar. Pero, casualidad o no, ni uno solo de ellos ha demostrado nada pese a que todos llevan ya unos añitos en política. El que más 'pelo' ha tocado ha sido Iglesias, que a lo que se ve lo de la entrega desinteresada a los demás le duró lo justo para ganar un sueldazo, subir su caché y ganar aún más pasta fuera de la política.
Hoy, mire usted, tenemos una inmejorable oportunidad de desactivar políticamente a un par de ellas, que curiosamente abren y cierran –tanto en el extremo izquierdo como en el derecho– el arco ideológico andaluz. Dos políticas hoscas, irritantes. Teresa Rodríguez-Rubio ha tratado de ponerse la piel de cordero en esta campaña, pero por muy sonriente que parezca mientras pone lavadoras, todos sabemos lo que hay debajo. Y Macarena Olona, que ha disimulado menos, no inspira precisamente paz y serenidad. Probablemente en las distancias cortas ambas sean maravillosas. O no. Pero su imagen pública es la que es. Y la moderación, la pausa y el sosiego son armas mucho más poderosas que el extremismo y la agitación. O deberían serlo. A ver qué ocurre hoy. Si es que no, habrá que seguir aguantándolas al menos otro cuatro años. En ese tiempo podríamos hasta sacarnos la carrera de psicología, para aprender la lección. Aunque tampoco hace falta tanto. Lo de alejar a las personas toxicas es de primero de 'coaching'.
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