Pies de barro
Susana Díaz, no hace mucho, saboreó mieles parecidas a las que ahora paladea Yolanda Díaz. Y todo apunta a que el final de la actual vicepresidenta será muy similar al de la que fue efímera líder del PSOE
Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que Susana Díaz era la reina de los mares. Destinada estaba a ser la nueva presidenta del Gobierno. Del de España. El de Andalucía se le quedaba corto. Se paseaba con aire altanero y alardeando de ser ... hija de fontanero y esposa de un «tieso», que hoy día presumir de origen humilde viste mucho. Te ‘descasta’, te vacuna frente al virus del fascismo que ataca a todo aquel que haya estudiado no ya en colegio de pago, sino en el colegio concertado de su barrio. Allá donde iba lo hacía siempre rodeada de moscones disfrazados de asesores de todo tipo: de imagen, de comunicación, jefes de gabinete... una cohorte importante que también miraba por encima del hombro y que ahora anda buscándose la vida como puede y pidiendo favores. Cayó Susana y lo hizo desde muy alto. Tanto como la habían encumbrado aquellos que la veían como una especie de Felipe González en versión femenina y del siglo XXI. El tiempo y la inquina de Pedro Sánchez demostraron que sus pies eran de un barro reblandecido que la hizo derrumbarse al primer empellón. Y ahí la tenemos hoy, participando en alguna irrelevante comisión en el Senado y llevando un sueldo a casa, cosa que no es poco y que le agradecerá su esposo el ‘tieso’, que además es «trianero, bético, de izquierdas y amante del gazpacho, el salpicón y el tomate con sal», como él mismo se define.
La experiencia de Susana debería ser un buen referente para la actual vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, sin duda la ‘it girl’ de la política en 2021. La sustituta de Pablo Iglesias al frente de Podemos está viviendo el que probablemente sea el momento más álgido de su vida, después de muchos años de irrelevancia política en su Galicia natal y en Madrid. Piensen que en su momento apoyó la candidatura de Cayo Lara para presidir Izquierda Unida. Cayo Lara. ¿Quién se acuerda de Cayo Lara, ex alcalde de Argamasilla de Alba? Es en serio, lo fue. Alcalde de Argamasilla de Alba durante más de diez años. Y de ahí pasó a liderar la izquierda–izquierda española, apoyado por Yolanda Díaz. Tras pinchar en tan duro hueso y aprovechando la ola del podemismo ilustrado, mandó a paseo a Cayo y se arrimó a otro líder, Pablo Iglesias. Y ahí le tocó la lotería. Ascendió, ascendió, ascendió, la ascendieron, ascendieron, ascendieron tanto tanto, que hoy es vicepresidenta del Gobierno. Ojo, no nos confundamos, este ascenso nada tiene que ver con el hecho de ser hombre o mujer. Más competente o más inútil. Aquí no hay distingos. Asciende en un partido, sea el que sea, quien mejor se lleva con el que manda. Ejemplos masculinos y femeninos tenemos para aburrir en Podemos, en el PP, en el PSOE, Ciudadanos y Vox. Probablemente sea lo único en lo que son todos iguales. El caso es que Yolanda llegó a lo más alto en su partido y ahora es ella la que mira por encima del hombro. Para empezar, al propio Pablo Iglesias. Por supuesto ya hay quien la ve como la próxima presidenta del Gobierno. De ilusos también está el mundo lleno, aunque dado el panorama político existente hoy día en nuestro país quién se atreve a descartar nada. Pero todo apunta a que los pies de Yolanda son tan débiles como los de Susana. Ambas de la misma quinta, fueron creciendo en política más por cuestiones externas que por verdadero acierto en la gestión. Puro fuego de artificio.
Al menos a Yolanda, cuando caiga, que caerá, podremos agradecerle el haber demostrado que ser de izquierdas -también da igual si eres hombre o mujer- no tiene por qué estar reñido con vestir como un zarrapastroso. La ministra ha pasado de su inicial imagen ‘perroflautil’ a la actual, moderna y elegante. Y es todo un acierto. Ojalá sus ideas políticas y su gestión laboral y económica estuvieran al mismo nivel.