La perversión del feminismo
El feminismo radical y excluyente es el mayor peligro para la verdadera lucha por la igualdad
Feminista es Toñi, que se levanta cada día para sacar adelante su negocio de venta de productos ecológicos. Feminista es Begoña García, que se esforzó tanto en su juventud que llegó a jugar en la NBA femenina y en la selección española de baloncesto. Feminista ... es Vanesa, que compagina sus obligaciones como alcaldesa de Prado del Rey con el trabajo en la venta que regenta su familia. Feminista es Chari, operaria de jardines en el Ayuntamiento, un trabajo hasta hace muy poco vedado a las mujeres. Y lo es Elisa, profesora de matemáticas. YRaquel, CEO de una empresa de telecomunicaciones. Feminista es Natalia, que pese a estar en paro saca adelante a su hijo con una dignidad encomiable. Feminista es Yolanda Vallejo,–trabajadora, madre, escritora– que hoy mismo explica todo esto infinítamente mejor que un servidor.
Ellas son feministas. Ella son las que de verdad luchan cada día por la igualdad, ellas son las que llevan años avanzando en esa equiparación de derechos. Y han avanzado muchísimo, aunque obviamente aún queda camino por recorrer. Y feministas son –seamos justos– muchos hombres que han entendido que los tiempos del machismo pasaron, que nuestra sociedad es mucho más avanzada que la de hace 50 años. Que cualquier aspecto de la convivencia es cosa de dos. Desde las tareas del hogar al cuidado de los hijos. Que la equiparación laboral y salarial es lo lógico y lo natural. Lo justo. Todos esos hombres y mujeres son feministas. Son el feminismo.
Y paradójicamente, las que no son feministas, o al menos las que más daño hacen a este movimiento, son las que más medallas se ponen al respecto. Irene Montero y su estupidez de «sola y borracha». La concejala de Cádiz y su taller de ‘autocoñociomiento’. Las que se ponen guapas porque les sale «der potorro» y demás expresiones soeces y de mal gusto inventadas simplemente para provocar. Las que quieren manipular a las niñas desde pequeñas para convencerlas de que el hombre es el enemigo. Las que, en definitiva, más que luchar a favor de las mujeres, luchan en contra de los hombres. Esas no son feministas. Son radicales. Y como tales, de cualqueir signo, restan en lugar de sumar. Hace muy pocos años, aquí en España, las mujeres no podían votar, estaban absolutamente sometidas por sus maridos, realizaban los peores trabajos, estaban muy mal remuneradas, asumían todas las labores del hogar... Y aunque hay que seguir, hoy están –estamos todos– infinitamente mejor que entonces. Y lo estamos por mujeres como Toñi, Vanesa, Begoña, Chari, Natalia, Raquel o Yolanda. No por las otras. Esas han pervertido el feminismo. Sólo lo utilizan para desahogarse, como vía de escape a sus frustraciones y complejos.