Palabrería
El equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Cádiz mezcla sus proclamas políticas, sus ideales, con su torpe intento de gestionar la ciudad y el resultado es pésimo para los gaditanos. La última bofetada de realidad, el contrato de limpieza
El comunismo, el antifascismo, el anticapitalismo y todos los ‘ismos’ que proclaman los miembros del equipo de Gobierno de la capital de Cádiz están muy bien. De verdad que sí. Cada uno es muy libre de pensar como le dé la real gana, de proponer ... soluciones para los muchos y muy diversos males del mundo. Para el Sahara, para el cambio climático, para el fascismo, para el machismo... para todo tienen solución. O eso piensan. El problema es que para lo que de verdad están ahí, para los problemas del día a día de los gaditanos, no tienen tanta clarividencia. Una cosa es lanzar proclamas y otra muy distinta gestionar y convertir en hechos esas palabras. Ocurre en muchísimos ámbitos de la vida. Todo el mundo lleva dentro un entrenador de fútbol cuando ve a su equipo perder, a un albañil cuando pasa por delante de una obra, a un periodista o a un juez cuando ve las noticias e incluso a un virólogo especializado en pandemias. Pero cabe suponer que cada cual dejará sus recetas mágicas para sus ratos libres, no para sus horas de ejercicio profesional, separando una cosa de la otra. Sin embargo, los mandamases de la ciudad de Cádiz son muy dados a mezclar una cosa con la otra, con el resultado que estamos viendo simplemente con asomar la cabeza por las ventanas de nuestras casas. Nula gestión traducida en deterioro urbano, suciedad en las calles, autobuses viejísimos contaminando impunemente, paupérrima iluminación nocturna –la imagen aérea del estadio Carranza el día del Barcelona, perfectamente iluminado, con la ciudad casi a oscuras hablaba por sí sola–, ridícula iluminación navideña...
El actual alcalde llegó a donde está ahora mismo con aquella promesa de la remunicipalización de empresas. Es decir, todo aquello que había sido externalizado, volvería a depender directamente del consistorio. De él. Porque entendía, en sus utópicos planteamientos, que el servicio iba a mejorar y que los trabajadores tendrían mejores condiciones laborales. Lo hizo con los servicios de playas, por ejemplo. Que sepamos, ni una cosa ni la otra han variado ostensiblemente, pero su ego político y el de sus adlateres debió quedar satisfecho. Al fin y al cabo, era una gestión relativamente sencilla, que afectaba a pocos empleados y sólo durante unos meses. El bofetón de realidad llega con los asuntos realmente serios, como la limpieza. Desde que gobierna Podemos –o Adelante o como se llame ahora su facción gaditana–, tenemo el mismo contrato de limpieza que se encontraron al llegar. Su idea de remunicipalizarlo se ha traducido en una especie de servicios mínimos permanentes, sin nuevas contrataciones, sin nueva maquinaria. Al final, la lógica y la realidad se impusieron, y Kichi ha tenido que renunciar a sus ideales. La limpieza vuelve a ser externalizada. Ya verán como de aquí a unos meses, cuando se vayan concretando los distintos puntos del nuevo acuerdo, veremos como la iudad mejora. Pero ya hemos perdido cinco años. Igual que ocurre en otros muchos ámbitos, como el mantenimiento urbano, el empleo, los proyectos de ciudad... todo parado por los ideales teóricos de cuatro iluminados que lo único que aportan a los gaditanos es palabrería.
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