Pablo, el comunista delirante
Ni en sus mejores sueños hubiese imaginado un escenario más propicio que el actual para tratar de implantar a todos los españoles sus delirios políticos
Pablo Iglesias no se ha visto en otra. Está viviendo su particular tormenta política perfecta. Ni en sus mejores sueños hubiera imaginado un escenario más propicio para poner en práctica sus delirios comunistas. Vicepresidente del Gobierno. Un ridículo 12,84% de los votos ... en las elecciones del pasado 10 de noviembre y ¡vicepresidente del Gobierno de España! 35 tristes escaños de 350 posibles. Con un parlamento tan dividido que el presidente no tiene más remedio –para vender su ridícula idea de gobierno de izquierda antifascista– que plegarse a todos y cada uno de sus deseos. Si se lo llegan a decir apenas diez años antes, cuando se sentaba en círculos con sus colegas de la Facultad de Políticas, no se lo cree. Entre arenga y arenga, mientras rulaba la grifa, prometía cargarse la Monarquía, subir impuestos a los ricos, expropiar empresas, hacerse con el control de todos los medios de comunicación públicos y privados, establecer una caja única y dar una paguita a todo el mundo para mantener cerradas sus bocas . Es decir, implantar todos los mecanismos que a lo largo de la historia sólo han traído ruina y sufrimiento a aquellos países que los han sufrido. O que los sufren en la actualidad. Todo ello a base de repetir mensajes populistas que aborreguen a la población. De ahí la obsesión por controlar los medios de comunicación, sobre todo las televisiones. Tuvo encima la enorme suerte de que un medio privado, la Sexta, le pusiera una alfombra roja para vender su mensaje. Una empresa privada, de esas que tanto aborrece por ser libre, fue su herramienta necesaria y definitiva para introducirlo en nuestras vidas. Curiosa paradoja. Y allí lanzó su verborrea sobre el bien y el mal, dando lecciones de ética, de democracia, presumiendo de pisito modesto en Vallecas, declarándose el más feminista de España. Lo que no decía mientras defendía la igualdad de la mujer es que a alguna la «azotaría hasta que sangrara». Lo que se callaba cuando defendía la lucha obrera es que iba a ganar tanto dinero en política que se mudaría a las afueras de Madrid, a un chalet de un millón de euros con piscina y enorme jardín para que sus vástagos tomen el aire durante el confinamiento, que siempre es más llevadero. Ni tampoco dijo que se abrazaría, literal y figuradamente, a un PSOE que por aquel entonces era casta y corrupción y hoy día es su aliado. «Nunca pactaremos con los socialistas», dijo. «Yo voy en camiseta a las instituciones a montar el pollo», aseveró. «No gobernaremos nunca si no tenemos la mayoría absoluta para gobernar», afirmó. «Hay que vivir ocupando, las fábricas y las casas», manifestó. «El servicio del orden también está para defendernos de la Guardia Civil cuando vengan a desalojarnos», expuso. Todas estas frases y muchas más han salido de su boca. De la boca del vicepresidente del Gobierno de España. Ahí están las hemerotecas o las fonotecas por si quiere escucharlas directamente. A Pablo Iglesias sólo le faltaba una pandemia, que tuviéramos que confinarnos en casa, para acelerar sus propósitos. El drama sanitario está siendo enorme, increíble. El drama social y económico que nos acecha, con un presidente pusilánime en manos de un conspirador ambicioso como este será mucho peor.