Obeso y acomplejado
Cuando la vida política de una ciudad como Cádiz gira en torno al aumento de peso de su alcalde queda en evidencia el ínfimo nivel político e intelectual al que él mismo nos está arrastrando
Dos cartas, dos, ha escrito esta semana el alcalde de Cádiz a sus ‘vesinos y vesinas’. En eso ha empleado buena parte de su tiempo y, según sus propias palabras, de sus reflexiones. La primera, el martes, para atacar a la oposición por pretender que ... se abrieran las playas al baño, como han hecho la inmensa mayoría de los municipios costeros. Les llamó «irresponsables», «faltos de raíces ideológicas» (¿?), «clasistas» y otras lindezas adobadas con la eterna reivindicación de sí mismo, porque él sí sabe «ganarse el pan quitando hamacas» y conoce «el olor de las casas donde trabajan los soldadores de astilleros». Un canto al populismo más pueril, erigiéndose en salvador de los gaditanos. «No seré yo quien ponga en riesgo la salud de los gaditanos y gaditanas», concluía en su facebook. Todo para dos días después anunciar que sí, que se permitía el baño. Exactamente con los mismos riesgos, muchos o pocos. Con lo fácil que hubiera sido admitir que les había cogido el toro. Una vez más. Total, ha ocurrido en infinidad de ocasiones y no pasa nada. Sus cartas, tan profundas y sinceras, producen un efecto balsámico en miles de sus votantes, que le siguen apoyando por más vacía que sea su gestión.
Si esta primera epístola provocaba una cierta sensación de hastío y de desesperanza al comprobar –una vez más– en manos de quién estamos, la segunda misiva de González Santos directamente da vergüenza ajena. Kichi se declara, atención, víctima de la ‘gordofobia’. Un término que ni existe, pero que traducido resulta que desde que ha engordado, la ‘gente’ le para por la calle no para pedirle soluciones a los problemas, muchos, de la ciudad. Ni para reclamarle la reactivación de proyectos eternamente abandonados. Le paran, sencillamente, para recriminarle que «te has hartado de phoskitos en el confinamiento», «te has puesto gordo» o «qué gordo estás, por Dios». Literal. De su facebook. Una vez más. Y lo compara con la «misoginia, el machismo, la homofobia, la lesbofobia, la transfobia, el racismo, la xenofobia o el clasismo». Y habla de opresión a los pobres, como si no hubiera ricos gordos. Y de aislamiento, de exclusión, de miedo, de vergüenza... todo porque algunos maleducados –o por simple preocupación–, le han hecho ver lo que es una evidencia. Que en el último año su peso ha aumentado considerablemente. Lo cual es su problema, si así lo considera. Pero a la inmensa mayoría de los gaditanos –tanto a los que se esfuerza por representar como los que le importamos un pimiento– su volumen comporal nos importa exactamente eso. Un pimiento. Lo que nos preocupa es que mientras él reflexiona sobre ello, mientras nos sigue diciendo a qué colegio debemos mandar a nuestros hijos, mientras pone etiquetas prejuiciosas sobre clasistas o gente del pueblo... Cádiz sigue a la deriva.
Que la vida de la ciudad más antigua de occidente, en plena crisis sanitaria y económica, gire en torno a los complejos personales de su actual alcalde habla muy a las claras del ínfimo nivel político e intelectual al que él y sus correligionarios nos están arrastrando.