Nuestros Donald Trump
El aún presidente de EEUU es un indeseable, un populista; tanto como algunos demagogos y salvapatrias que ocupan cargos públicos en nuestro país y son igual de peligrosos que él
Pese a la distancia, exactamente los 6.062 kilómetros que separan Cádiz y Washington –con el Océano Atlántico de por medio–, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Donald Trump es un indeseable. Es lo que tiene la globalización. Que lo que está muy lejos ... lo tenemos muy cerca. Lo vivimos muy cerca y de forma muy inmediata. Y por eso sabemos a ciencia cierta que estos cuatro últimos años uno de los países más poderosos del mundo ha estado gobernado por un hombre que posee varios de los peores rasgos del ser humano, de entre los que destacan dos: la codicia y la soberbia. La codicia le llevó a convertirse en multimillonario con negocios, como mínimo, turbios. Y de ahí a la Casa Blanca. Y la soberbia es la que le impide tener una salida digna ahora que ha perdido la reelección. Pese a esa derrota, le votaron más de 70 millones de estadounidenses. Y si unimos la globalización –en este caso Twitter– su despreciable personalidad y tal cantidad de seguidores, es relativamente fácil de entender lo que ocurrió el pasado miércoles con el asalto al Capitolio. Un episodio que casi se podría calificar de cómico si no fuera por el grave ataque a la institución y, sobre todo, porque varias personas perdieron la vida.
Lo que ya no tiene tan fácil explicación es el intento de aprovecharse de la situación por parte de algunos políticos españoles. Algunos nombres, por personificarlo. Toni Valero, coordinador de Izquierda Unida en Andalucía, calificó el hecho de intento de golpe de Estado de la ultraderecha. ¿Golpe de Estado? Un golpe de estado requiere mucho más que unos cuantos frikis disfrazados. Se nota que cuando lo sufrimos aquí en el 81 el tal Valero era un recién nacido con apenas tres semanas de vida. Pero algo le habrán contado. O habrá leído. Al menos lo suficiente para saber diferenciar. Otro que no ha perdido ocasión para decir absurdeces es el ministro más inútil de la historia de los ministros, Alberto Garzón, quien ha tratado también de establecer paralelismos absurdos y sacar a pasear su léxico favorito: ultraderecha, fascismo etc, etc. Por supuesto, los Pablos, Echenique e Iglesias, acusando a PP y Ciudadanos de no condenar los hechos con suficiente rotundidad o tildándolos veladamente de violentos. Y no podía faltar el excelentísimo alcalde de la ciudad de Cádiz, al que también la faltó tiempo para dar una nueva lección de vida, esas que tanto le gustan. «Extrema derecha», «concepto patrimonial del poder», «lecciones democráticas clasistas»... todo concentrado en un solo tuit. Deslumbrante. Eso sí, la Policía Local, su Policía Local, rota por la mitad por culpa de su irresponsabilidad. Pero de eso ya se ocupará.
En definitiva, Donald Trump es un político despreciable. Un populista en toda la extensión de la palabra. Cuanto antes deje de ostentar cualquier tipo de poder público mejor para todos. Pero ojo, aquí también tenemos nuestros propios populistas, demagogos, salvadores de la patria. Y ocupan cargos públicos. En Madrid, a 650 kilómetros. En Sevilla, a 120. Aquí mismo, en un pisito de currante de La Viña. Con un discurso igualmente peligroso, cuyo único objetivo es dividir en dos a la sociedad española, andaluza y gaditana. Y lo están consiguiendo.