OPINIÓN
Nuestro peor momento
Desde los años 70, España nunca estuvo tan mal, tan dividida; nuestra única esperanza es que el PSOE recapacite y vuelva a ser lo que fue, un partido de Estado
Aquellos que nacimos a partir de los años 70 –cuando el franquismo daba sus últimos coletazos– nos criamos en una España democrática, libre, plural, abierta, en claro crecimiento. Una España que en pocos años alcanzó la modernidad que ya se vivía en la mayoría de ... los países de nuestro entorno. Sin duda, lo peor fue la lacra de ETA, a la que felizmente vimos doblegarse. Los avances sociales, en nuestra economía, en educación, en infraestructuras... fueron imparables durante más de 40 años. Todos, en mayor o menor medida, mejoramos ostensiblemente con respecto a lo que habían vivido nuestros mayores. Sencillamente porque teníamos libertad. Éramos un Estado democrático con mayúsculas, absolutamente consolidado. O eso pensábamos.
Por inaudito que resulte visto con esta perspectiva del tiempo, parece que quizá dimos por sentadas demasiadas cosas. Cosas que, a lo que se ve, no estaban tan arraigadas en nuestra sociedad como creíamos. Fue ya bien entrado el siglo XXI cuando la corrupción política y la crisis económica propiciaron el caldo de cultivo que nos ha llevado a donde estamos hoy, en un país muchísimo más radicalizado y absolutamente dividido. Hoy, septiembre de 2020, vivimos –sin duda y tristemente– nuestro peor momento como país. El momento al que nos han conducido los populismos y los extremismos nacidos al albur de aquellos nefastos últimos años de la primera década de este siglo XXI. Un momento, además, agravado por una terrible pandemia en la que deberían centrarse todos y cada uno de los esfuerzos de los miembros del Gobierno. Y no sólo no lo hacen, sino que la utilizan miserablemente como cortina de humo mientras apuñalan diariamente a su propio país, poniendo en serio riesgo todo lo conseguido desde la instauración de la democracia. Una de las cosas que dimos por sentadas es que con terroristas, o con sus herederos, no se negociaba. Y lo están haciendo. Que los delirios separatistas de algunos políticos catalanes o vascos no eran más que eso, delirios. Y los están convirtiendo en realidad. Que la Transición era el mejor legado que habíamos recibido. Y lo están dilapidando. Que la Constitución era inviolable. Y la quieren violar. Que ya no había bandos y el hacha de guerra estaba más que enterrado. Y lo han desenterrado. Que la Jefatura del Estado encarnada en la Monarquía era nuestra mejor garantía de unidad. Y la están resquebrajando. Que la separación de poderes era incuestionable. Y la están cuestionando. Todo ello, liderado por un presidente vendido a los radicales, a los ególatras, a los separatistas, a los que en definitiva se han marcado como objetivo destruir España desde dentro de las instituciones, a las que desprestigian constantemente.
Y lo peor de todo es que, en esta deriva, no parece que hayamos tocado fondo. La única esperanza es que el PSOE recapacite y vuelva a ser lo que fue, un partido de Estado. De lo contrario, nuestros hijos, sin duda, crecerán y se harán mayores en un país infinitamente peor que aquel en el que crecimos nosotros .
Ver comentarios