No todo vale
El propio Carnaval, empezando por el público del Teatro Falla, debería rechazar que sobre las tablas se haga apología del terrorismo con la excusa del humor
«Como el PP está en crisis, ‘po’ sigue dando pasos, y muchos analistas ya hasta hablan de sorpasso. Dicen que están subiendo, en número de votos, de forma similar al número de tontos. ¿Que no...? ‘Yavé’. A mí no me preocupa que los fieles ... de Franco suban en las encuestas, por mí que suban tanto como Carrero Blanco» . Cuarteto de Ángel Gago. ‘Los ultraortodoxos de los Callejones Cardoso’. Primer Premio Carnaval de Cádiz 2022.
El debate existe desde hace décadas. Bueno, en realidad no. No existe debate. La opinión generalizada es casi unánime. En Carnaval todo vale. Es la fiesta del pueblo, la libertad, la reivindicación en forma de copla. Ya saben. Y bajo ese paraguas cualquiera canta sobre las tablas del Teatro Falla lo primero que le salga de su santa inspiración. Por supuesto no hablo de las críticas fáciles al Rey Juan Carlos o a los políticos en general y a los de derechas en particular. Tampoco de la tanqueta y el populismo hecho pasodoble en cientos de letras dedicadas a la lucha del Metal. Todo eso se da por hecho. Gustará más o menos, pero sí se entiende que es Carnaval. A menudo escaso del ingenio y el doble sentido de otras épocas y de autores de renombrado prestigio, pero Carnaval. Sin embargo sí hay límites. O debería haberlos. Límites que tiene que marcar el propio Carnaval. Los aficionados no deberíamos permitir que cuatro cuarteteros hagan directamente apología del terrorismo y, con la excusa del humor, le deseen la muerte a otras personas por el simple hecho de pensar y votar de forma distinta. No en el Gran Teatro Falla. En su vida personal que hagan y piensen como quieran, que apechuguen con las consecuencias y allá cada cual con su conciencia. Como Marta Ortiz , autora de la comparsa femenina ‘We can do... Carnaval» que esta misma semana, tras su pase a la final, afirmó en una entrevista televisiva que una de las felicitaciones que más ilusión le había hecho era la que le había llegado desde Rentería . Según ella, «es un pueblo súper abertzale a tope y muy revolucionario. Está guay y allí les encantó. Me hizo ilusión llegar ahí porque me siento muy identificada con ese pueblo y con su lucha». Gago y Marta Ortiz han triunfado este año. Entre otras cosas porque el público del Falla aplaude cualquier cosa . Una letra y la contraria. Con fervor incluso. Pero lo cierto es que han triunfado. Y estos días saldrán a la calle con sus agrupaciones, la gente querrá hacerse fotos con ellos y les dirán lo revolucionarios que son, «a tope y superguay», por utilizar su mismo lenguaje .
Yo personalmente me quedo con esta otra letra de hace ya casi cinco lustros, curiosamente del mismo autor que también ha ganado este año, pero que lo ha hecho de forma bien distinta: Antonio Martínez Ares . Un autor con el que no comparto en absoluto su forma de pensar, pero que no necesita recurrir a la apología del terrorismo para triunfar . Más bien todo lo contrario. Lean y sientan. Pónganle música y comparen.
«No pueden hacernos esto, somos sangre de su sangre, si también somos su pueblo, ¿por qué vamos al currelo con los pies, ay, por delante? Mataron a Miguel Ángel sólo por ser del PP, uno de los nuestros, vasco, vasco hasta los huesos, que en gloria de Dios esté. Hijos de puta, ETA aquí tenéis mi nuca, ésto lo váis a pagar. Qué solidario, ver flores, manos, llantos, qué lección de humanidad, humanidad. Y yo pregunto: ¿quién llora por mis difuntos? de éste sur de los disgustos, por toda esa gente mía, nacida en Andalucía y ‘destrozá’ en vuestra tierra. Y yo pregunto, si por los tuyos yo rezo, ¿quién le rezará a mis muertos?, muertos por tu independencia. ¿Quién de ustedes, quién lloró por el pobre Ortega Lara? Ni una manifestación por la muerte de un ertzaina. Vascos, vascos por aquí, vascos, vascos por allí, vasco de un par de cojones, lástima que pa llorar... sí sois todos españoles» . Comparsa Los Piratas. Antonio Martínez Ares. Primer Premio Carnaval de Cádiz 1998.
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