Merece la pena intentarlo
Si Fali logra superar su miedo se convertirá en el cadista más valiente que haya vestido de amarillo en casi 110 años de historia
Once partidos. Ganando cinco nos metemos. Quizá menos. Quince puntitos de los 33 que restan por disputarse y el Cádiz volverá a Primera División. ¿Lo recuerda?A ver si con todo este lío del coronavirus se nos va a olvidar lo importante. Si todo va ... bien, si seguimos pasando fases de desescalada, la Liga volverá más pronto que tarde y tenemos a nuestro alcance la oportunidad –quince años después– de vivir una tarde como aquella de Chapín. A puerta cerrada y todo lo que usted quiera, pero dadas las circunstancias, eso es lo de menos. Con todo lo que estamos pasando, el retorno del fútbol no es cosa menor. Cuando el balón vuelva a rodar significará que habremos recuperado una normalidad real. Nueva. Distinta. Pero sin duda nos aportará un beneficio psicológico evidente, un alivio tras meses de confinamiento. Y si encima esa vuelta del fútbol, esos nervios previos al partido, esa alegría de los goles, vienen acompañados por la consecución del ascenso, qué duda cabe que todo lo veríamos de otro color. De un amarillo y azul intenso. Al fin y al cabo la vida se compone de pequeñas alegrías. Y esta sería de las gordas. Incluso sin acto de celebración ni autobús de dos pisos por la Avenida.
Para logralo, el equipo tiene una columna vertebral fundamental. Alex y Garrido en el centro del campo, con Perea inspirado y Salvi en plenitud arriba, son claves. Y atrás, ay atrás, Don Rafael Giménez Jarque. Fali. El miedo es muy personal. Y muy respetable. Cada uno tenemos los nuestros. Resulta imposible juzgar a nadie por ellos. Y Fali tiene el suyo. Tan puro, tan nacido de dentro, tan sencillo y tan natural, que lo único que cabe hacer en su caso es apoyarle en la decisión que tome sea cual sea. Fali se niega a volver a jugar al fútbol mientras exista el más mínimo riesgo de contagio. Y por lo visto no hay manera de sacarle de sus trece con argumentos basados estrictamente en la lógica. Tiene miedo. Punto.
Ojalá los cadistas pudiésemos convencerle para que supere ese temor que le atenaza. Porque sabemos que Fali es clave para lo que resta de Liga. Por lo que aporta dentro y fuera del campo. Personalmente no le conozco. Si lo hiciera, me ahorraría decirle que efectivamente siempre hay un riesgo, aunque en su caso, sea mínimo. Que las medidas de seguridad en los campos de fútbol, en los hoteles, en las ciudades deportivas, en los aviones o en los autobuses van a ser extremas. Ni que si le preocupa contagiar a su familia, puede optar por aislarse, como han hecho miles de sanitarios, que a buen seguro el Cádiz le pagará un apartamento durante un par de meses. Ni que, si el miedo es por él, es obvio que no es población de riesgo. Ni que, caso de contagiarse, estaría controlado desde el minuto uno en unos centros hospitalarios que ya no están saturados. Ni siquiera le recordaría que Dios, o la naturaleza, le ha dado la oportunidad –en forma de condiciones físicas y técnicas para jugar al fútbol– de mejorar el futuro de sus hijas, porque ya ha dicho que si tiene que volver a ser pobre, lo hará.
Pero sí le diría que detrás de él hay miles de cadistas que han depositado en sus botas buena parte de sus esperanzas, de su ilusión. Que esta pesadilla puede serlo un poco menos si él logra transformar su miedo en alegría para esos miles de aficionados. Que puede hacer que una provincia entera experimente una emoción más grande que su temor. Y que si lo logra será el cadista más valiente de cuantos han vestido de amarillo en sus casi 110 años de historia. El miedo es libre, pero a veces hay que hacer un esfuerzo por controlarlo. A Fali le diría que merece la pena intentarlo.