La mentira como estrategia política
Definitivamente nos hemos aborregado, hemos dejado que el embuste se instale en nuestro día a día sin que tenga consecuencias
Definitivamente, nos hemos aborregado. Quizá por la pandemia, quizá por simple desidia, nos hemos convertido en una sociedad dormida. Conformista. Más allá de cuatro mensajes de otros tantos tuiteros con afán de protagonismo, hemos caído en la indiferencia. Casi sin darnos cuenta, hemos dejado que ... la mentira se instale entre nosotros sin que tenga la más mínima consecuencia para quien la dice. La política se ha convertido en una sucesión de embustes que se tapan unos a otros diariamente. Mentir es una estrategia electoral más, tan válida como cualquier otra que proporcione votos. Es evidente que política y verdad no siempre han ido de la mano. O casi nunca. Pero también lo es que tampoco hasta ahora se habían rebasado tantos límites. Y es que una cosa son promesas incumplidas y otras directamente formular falsedades a sabiendas de que lo son. Pedro Sánchez nos ha dejado multitud de muestras en el escaso tiempo que lleva como presidente del Gobierno, aunque parezca que hace un mundo que llegó al cargo. No se las repetiré, porque usted las sabe igual que yo. Y sobre todo no lo haré porque no sirve para nada. Ahí están, en internet, en las hemerotecas, fonotecas y videotecas de periódicos, radios y televisiones, para quien quiera repasarlas. Pero es inútil. Como si no existieran. No hay reacción.
Y esta normalización de la mentira no se ha gestado sólo en el gabinete de Iván Redondo en La Moncloa. Está ocurriendo a todos los niveles. En Andalucía, por ejemplo, Teresa Rodríguez argumenta de forma falsa y falaz que la apean de su grupo parlamentario aprovechando que está de baja por maternidad. Y sabe que es falso. Pero lo dice porque le conviene para seguir alimentando su podrido discurso populista. Igual que su pareja, José María González ‘Kichi’. Seguro que recuerda usted estas frases, repetidas hasta la saciedad: «Ocho años son suficientes para ocupar la primera línea de representación pública». «Que nuevos compañeros y compañeras retomen esa bandera». «Una persona que ocupa un cargo en política a los ocho años ya empieza a oler a pescado congelado». «La frescura, la honestidad, la coherencia, son ingredientes importantes a la hora de ocupar la primera línea de representación pública». «Nadie está libre: la caoba, el terciopelo, te terminan por seducir». Todas estas frases las ha repetido el alcalde de Cádiz hasta la saciedad. Sobre todo en campaña. Tanto, que gracias a ellas es a día de hoy el máximo representante de los gaditanos. Gracias a sus mentiras.
Pero no podemos resignarnos. No debemos mirar para otro lado y seguir a lo nuestro. Si lo hacemos, es cuando definitivamente estaremos perdidos, cuando ya no habrá esperanza. Si hoy, ya, hemos asimiliado que la mentira es un argumento válido en política, entonces más vale que nos preparemos para lo peor. Para la degradación total de nuestra sociedad como la entendemos hasta ahora. En nuestra mano está. Ser borregos o valientes. Pedirles cuentas o dejarlo pasar. Tolerar la mentira o exigir la verdad.