Justicia feminista

Pasará. Algún día Irene Montero dejará de ser ministra de España. Y ese día habrá que empezar a recomponer el legado de división, odio y sectarismo que habrá dejado y tanto daño está haciendo a las propias mujeres

Irene Montero, ministra de Igualdad. L. V.

El pasado jueves por la noche la cruda realidad nos golpeó a todos de esa forma seca, dura, directa al estómago que te hace aflorar las lágrimas. Imposible deshacer el nudo en la garganta y en el estómago tras conocer el dolorosísimo desenlace de la ... desaparición de las dos pequeñas de Tenerife. Inviable procesar de forma racional cómo es posible que las vidas de esas dos personitas que veíamos jugar y reír en los vídeos caseros difundidos por su madre hayan acabado de forma tan cruel. Esa sensación de vacío, de impotencia, de profundo dolor, te penetra hasta lo más profundo de tu cuerpo. Según la ciencia, se produce un bloqueo en un neurotransmisor denominado serotonina. Para el común de los mortales, simplemente se te rompe el corazón, se te desgarra el alma.

Sea como fuere, y aunque esa sensación nos acompañará ya siempre como nos acompañan otras provocadas por casos similares, todos seguimos con nuestras vidas, volvemos a nuestras rutinas. No queda otra. Y la tristeza da paso a la indignación al comprobar cómo es posible que haya personas capaces de politizar tal desgracia, de utilizarla para sus fines. De construir un argumentario sobre esa desoladora base para seguir tratando de pontificar, de erigirse en líder moralizante con su basura ideológica, con su buenismo patético, con su evidente distorsión de la realidad. Y que encima sea ministra de un país como España, que empieza a dar síntomas de evidente deterioro social y moral por culpa de personajes como Irene Montero.

Un padre, desequilibrado, asesina a sus propias hijas con el único fin de hacer daño a la madre. ¿Qué lectura política se puede hacer de esto? ¿Cómo va el Estado, cualquier Estado, a impedir semejante atrocidad? La maldad existe. Tan simple como eso. Tan duro como eso. Afortunadamente se da en un número porcentualmente ínfimo del conjunto de la sociedad. Pero se da. Y cada cierto tiempo nos golpea. Aquí y en todos los países del mundo. Ahora, y en todas las etapas de la historia. De hecho, durante siglos este tipo de crímenes y otro sinfín de atrocidades, estaban a la orden del día. El progreso, la educación, las leyes, la propia evolución humana, es lo que nos ha hecho mejorar como personas y como sociedad. Pero sólo lo hemos hecho cuando hemos entendido que es un problema que hay que combatir unidos, conscientes de que aquí no puede haber banderas, ideologías, división. Y políticos como Irene Montero nos hacen involucionar, dar pasos hacia atrás. En algún momento de su vida decidió que ella estaba llamada a ser la salvadora de todas y cada una de las mujeres que en el mundo hubiere. Y se ha entregado de lleno a su labor. Pero lo hace de manera tan errónea, tan radical, tan sectaria, que está logrando justo el efecto contrario. Pasará. Algún día Irene Montero dejará de ser protagonista de nuestra actualidad como ha dejado de serlo ya su pareja. Ese día sólo nos habrá dejado un legado de indignidad política del que nos sobrepondremos. Pero es seguro que cuando eso ocurra no seremos una sociedad mejor. Y los logros que hayan alcanzado las mujeres serán pese a ella, no gracias a ella.

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