Jueces y parte
Algún día Kichi y sus concejales serán historia y el legado que dejarán será un reguero de confrontación, unas placas retiradas y el cambio de nombre de un teatro que no construyen y de un estadio que empieza, literalmente, a caerse a cachos
![El alcalde de Cádiz y sus concejales, en una rueda de prensa en el Ayuntamiento.](https://s1.abcstatics.com/media/opinion/2021/06/20/v/equipokichi-U30900248959Nr--1248x698@abc.jpg)
¿Recuerda usted a María Romay? Sí hombre, aquella joven concejala del primer mandato de Kichi que se disfrazaba de Diosa Gades. La misma que un día pontificaba sobre la escuela pública y al siguiente organizaba un concurso de carnaval que daba gloria verlo. O ... que argumentaba de forma irrebatible sobre lo inapropiado de poner luces de Navidad en las calles por ser un evidente síntoma del capitalismo más recalcitrante. Hubo un tiempo, aún muy cercano, en que fue indudable protagonista de la vida política gaditana. ¿Dónde estará ahora? ¿Y Adrián Martínez-Pinillos? Aquel joven e impulsivo compañero suyo que dirigió la concejalía de Deportes sin haber pisado previamente en su vida un pabellón municipal. También desapareció de los titulares de prensa. Qué decir de David Navarro, el ‘masca’ del Ayuntamiento hasta que decidió retirarse «por motivos personales», que no eran otros que un evidente enfrentamiento con los que mandaban aún más que él. Todos ellos, junto con Manuel Bauza o Ana Camelo llegaron a San Juan de Dios en 2015 de la mano de Kichi para cambiarnos la vida. Eran la ‘gente’ llamada a hacer de una ciudad sometida durante dos décadas al fascismo de Teófila Martínez un paraiso terrenal, en el que todos los gaditanos y gaditanas tendrían un trabajo fijo y justamente remunerado, un piso de cuatro dormitorios y un colegio público con las mejores y más modernas instalaciones para nuestros hijos. Y por supuesto, iban a librarnos del machismo y de la tiranía del heteropatriarcado. Todo eso prometieron, de forma más o menos explícita. Y nada de ello cumplieron. Regresaron a su ostracismo sin que nadie, absolutamente nadie, los eche de menos. Y sin haber mejorado ni un ápice la vida de los gaditanos. Dejando tan sólo un reguero de mediocridad, rencor, envidia, prejuicios y confrontación.
Tras ellos llegaron otros, siempre con Kichi a la cabeza, Martín Vila de segundo y el siniestro Barcia como jefe de Gabinete moviendo los hilos en la sombra. Llegaron Lola Cazalilla, Monte Mures, Lorena Garrón, Demetrio Quirós o el tal ‘Cherra’ . Y ahí están, ‘mejorando’ de forma evidente nuestras vidas. Sin duda, desde que en 2015 llegaron al poder, nuestra capital ha alcanzado la excelencia. Ya no hay desempleo, los niños no tiene hambre y la renta per cápita se ha disparado. Tal es nuestro nivel de desarrollo, que superados ya los problemas más acuciantes, pueden dedicarse a otras labores no tan urgentes, pero igualmente importantes. Y es por ello que han decidido constituir un moderno Tribunal de la Santa Inquisición para juzgar horrendos crímenes cometidos hace más de medio siglo. En base a sus amplísimos conocimientos de la historia, de la literatura y de cualquier otra materia que tenga que ver con el saber, han enjuiciado y condenado a José María Pemán y a Ramón de Carranza por su pasado franquista y les están inflingiendo el castigo que merecían haber recibido en vida, que no es otro que el escarnio público. A uno le han retirado el busto y la placa con los que la ciudad les rendía homenaje. Amén del nombre del teatro sito en el Parque Genovés. Y al otro le han eliminado del nomenclator y ahora andan con el cambio del nombre del estadio, en un proceso impoluto de transparencia y justicia histórica.
En fin, algún día, estos cansinos políticos de medio pelo también pasarán a mejor vida. Y el único legado que dejarán es un teatro sin construir y un estadio con una fachada que empieza a caerse a cachos por falta de mantenimiento. La historia también se encargará de juzgarles. No como franquistas, sino como una panda de ineptos autoproclamados anticapitalistas. O como se dice en Cádiz, como unos ‘papafritas’.