Ser de izquierdas
Debe ser muy gratificante saberse más feminista, más solidario, más ecologista, más luchador por los derechos humanos que todo aquel que no coincide con tus planteamientos políticos; en definitiva, saberse moralmente superior
Si ha tenido usted la suerte de nacer español y quiere completar la dicha, una de las cosas más bonitas y provechosas que puede hacer con su vida, es ser de izquierdas. Declararse de izquierdas. Decirlo alto y claro. Automáticamente tendrá derecho a un montón ... de privilegios. Recibirá el carné de ser humano moralmente superior, el cual a su vez le otorgará el privilegio de colocar etiquetas a su antojo. Tendrá la capacidad de decidir, por ejemplo, quién es facha, quién fascista, quién ultraderechista, quién xenófobo, misógino e incluso maltratador. Podrá odiar y prejuzgar a su antojo, sin filtro alguno. Y todo por la gracia concedida por sus iguales, por el resto de ciudadanos de bien que se declaran socialistas o herederos del comunismo más señero. Los auténticos. Los que hoy día encarnan Pedro y Pablo a las mil maravillas.
Si usted decide que tal intelectual, artista o periodista, es un facha, tan sólo necesitará comentarlo en sus redes sociales. Sentirá el apoyo incondicional de la turba, lo cual –haga la prueba– le reportará todo tipo de comentarios a favor que le reafirmarán en sus convicciones. También en contra por parte muchos tontos de derechas, que los hay a porrones. Y como ellos no son éticamente válidos, más reforzado aún saldrá usted. Por tanto, podrá faltar al respeto a todo aquel que no comparta sus opiniones, sus razonamientos, su forma de entender la vida, la política, la democracia. Porque usted sí está por encima.
Y por si esto fuera poco, tendrá la potestad de sentar cátedra sobre los más variados asuntos: la pobreza, el machismo, la corrupción, la monarquía, la obesidad o la redacción de titulares en los medios de comunicación. No hace falta añadir que podrá hablar con desdén en conversaciones con amigos y allegados de cualquiera que piense que el libre mercado es la mejor opción para la economía de un país, que la enseñanza concertada es perfectamente compatible con la pública, que el ejército es indispensable para mantener las libertades o que la monarquía ha sido clave para que España haya alcanzado en las últimas cuatro décadas el mayor estado de bienestar jamás conocido. A todos podrá juzgar y condenar a la hoguera de las redes sociales sin temor a nada, pues ya se sabe que el juicio de cualquier persona de izquierdas es intachable, irrefutable.
Qué maravillosa sensación debe ser levantarse cada mañana sabiéndose mejor que los demás. Sintiéndose más feminista, más solidario, más ecologista, más luchador por los derechos sociales, más intransigente ante las desigualdades. Y además, con la tranquilidad de no estar obligado a practicar aquello que predica. Sabiendo que puede presumir un día de vivir en un barrio obrero y al siguiente comprarse un chalé de más de un millón de euros. O que puede ahorrarse la cotización de su asistente personal para acto seguido cargar contra los que escamotean sus impuestos. Incluso decir fuera de micrófono que el coronavirus ya era un peligro el 8-M y al minuto aseverar todo lo contrario. Fíjese que hasta puede afirmar con rictus muy serio que no dormiría tranquilo gobernando con Podemos, dejar pasar unas elecciones, y abrazarse a ellos figurada y literalmente. Todo eso y mucho más lo otorga ser de izquierdas en España. Una apuesta segura.